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El otro Judas
diciembre 8, 2017|Capiton(é)Filosofía y Psicoanálisis

El otro Judas

El otro Judas
Tiempo de lectura: 3 minutos

 

Tiempo de Lectura: 3 minutos

 

Siempre que pienso el psicoanálisis, vuelvo a este libro (me refiero a Introducción al método psicoanalítico de J.A Miller). Me gusta su intento de simplificar lo insimplificable. Vuelvo a él también por el enojo que me produce su portada… ese estilo, ese estilo – o será intención – que no deja de irritarme. “Lo que prueba el poder de lo que llamamos el procedimiento, es que no está excluido, que el psicoanalista carezca de toda idea acerca de él. Hay estúpidos: verifíquenlo, es fácil.” ¿A quien se le ocurre recortar justo este párrafo para captar la audiencia?


Por otro lado, la muerte de Judith Miller, hace unos días atrás, no solamente me generó cierta conmoción, como si de algún pariente se tratara, sino que además me llevó de nuevo a preguntas siempre presentes; preguntas sobre el psicoanálisis, sobre el qué es y cómo se hace.

Van partiendo los que estuvieron primero, los que escucharon las palabras de aquellos que dijeron las palabras que organizaron el psicoanálisis que, no por nada, llamamos lacaniano. De a poco, entonces, nuestro saber (o no saber) va saliendo de lo familiar, para morir o perdurar, para expandirse o autolimitarse, para ofrecer su saber al mundo, o quedarse ahí, merodeando los primeros edipos.

Solo el psicoanálisis conoce y sabe sobre los imperativos del goce, solo el psicoanálisis reconoce la ferocidad con la que aparecen los dioses que en realidad no han muerto… y de qué manera.

¿Existe un universal, uno aunque sea, sobre el que el psicoanálisis asiente su práctica? Es posible, que ni el psicoanálisis mismo pueda funcionar sin un universal que regule sus interacciones… Poder, en realidad, puede. Pero me pregunto: ¿Qué quiere el psicoanálisis? ¿Quiere algo?

Si, ya sé que Freud, Lacan y todos los demás renunciaron a estas preguntas. Sin embargo, no por eso, debemos dejar de formularlas.

Decía Camus, que siempre hay una filosofía para la falta de valor… ¿en dónde esconde el psicoanálisis su cobardía? Quizás no lo exima de esta premisa, no ser en sí mismo, una filosofía. Que los postulados singularistas no nos priven de ciertas preguntas, que los lacanismos no nos dejen yertos… muertos, que un exceso lacaniano no nos devore el pensamiento.

Lacan plantea que la ética del Psicoanálisis, es la ética de la búsqueda de la verdad inconsciente del sujeto. Es decir, su verdad interior: la ética del análisis está en no ceder en el deseo.

En su prologo a la invención de Morel, Borges señala: “Los rusos y los discípulos de los rusos han demostrado hasta el hastío que nadie es imposible: suicidas por felicidad, asesinos por benevolencia, personas que se adoran hasta el punto de separarse para siempre, delatores por fervor o por humildad … Esa libertad plena acaba por equivaler al pleno desorden

Por otro lado, y siguiendo la misma esencia textual, en “Las tres versiones de Judas”, Borges escribe: “… para identificar a un maestro que diariamente predicaba en la sinagoga y que obraba milagros ante concursos de miles de hombres, no se requiere la traición de un apóstol. Ello, sin embargo, ocurrió. Suponer un error en la Escritura es intolerable; no menos tolerable es admitir un hecho casual en el más precioso acontecimiento de la historia del mundo. Ergo, la traición de Judas no fue casual; fue un hecho prefijado que tiene su lugar misterioso en la economía de la redención (…) El Verbo, cuando fue hecho carne, pasó de la ubicuidad al espacio, de la eternidad a la historia, de la dicha sin límites a la mutación y a la carne; para corresponder a tal sacrificio, era necesario que un hombre, en representación de todos los hombres, hiciera un sacrificio condigno. Judas Iscariote fue ese hombre. Judas, único entre los apóstoles, intuyó la secreta divinidad y el terrible propósito de Jesús. El Verbo se había rebajado a mortal; Judas, discípulo del Verbo, podía rebajarse a delator (el peor delito que la infamia soporta) y ser huésped del fuego que no se apaga“.

¿Es el psicoanálisis el otro Judas? Dispuesto a hacer el trabajo que nadie quiere hacer, a destapar los ojos, a sacar las vendas, a poner algunas, a veces? ¿Es que el psicoanálisis, en su clínica del acto, aparenta estar en las antípodas del bien… buscando en realidad, el bien mismo? Me gusta pensar así. Es mi deseo, parece.

El padre ha muerto infinidad de veces. Muere cada vez que alguien se hace una pregunta. Cada vez que muere un padre, nace una nueva singularidad o su proyecto. ¿Cómo vivir sin dios y no ser tragado por la nada? ¿Como vivir sin dios y no malentender el bien y el deseo?

Deseo… que este ahí el psicoanálisis para aventurar repuesta, y acompañar a aquellos que quieran repensarse a si mismos. Voces y citas que nos anteceden y nos historizan, quieramos o no. Deseo que el psicoanálisis esté ahí, poniendo siempre en el banquillo de las sospechas a sus propios padres, a sus propios amos… Muy histérico tal vez, muy paranoico, quizás.

 

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