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Francia
abril 1, 2018|Capiton(é)

Francia

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Quería palpar la continuidad de la existencia. Para sentir su calor.

Quería también ser extranjera en una tierra que no pudiera nombrarme.

Entonces te elegí.

Volando comprendí que otorgar concesiones ofrece sus ganancias: no solo la oblicuidad de la luz, en tal grado acontecida que es a la vez generosa y perfecta, sino también mi propio ojo llevado al extremo posible de su naturaleza.

En otras concesiones, encontré cálido el hálito que me habita y supe darle gracias más que una única vez.

Me dejé seducir por tus imperativos y aunque no podían deslumbrarme, me sentí libre y te dejé hacer.

Escuché las lenguas de las mil ciudades y contemplé los rostros. Los distintos y los iguales.

Por cumplido, comprendí la lógica velada de un capricho y ante el vértigo, supe que surcaba abismos y no me dejaría caer.

Busqué un espíritu en una de tus calles.  Lo encontré levitando en lo íntimo y cotidiano de una anécdota.

En la misma calle, un instante vino a expatriar un hechizo. Y supo curar la herida, al darme su abrigo.

Vine a tu tierra donde nadie puede nombrarme, y asi sin nombre, me voy.

Lo que me nombra ya no me nombra, lo que me nombra es lo que soy.

Esta frontera es puente y camino: de un lado el destino, del otro, yo.

 

 

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