Introducción a los comentarios sobre los escritos técnicos de Freud
En este primer capítulo sobre el Seminario, Lacan presenta como ley (no usa cualquier palabra), la participación de quienes asisten a sus clases. Una ley es un fundamento, es decir, que está en las bases constitutivas de lo que organiza una actividad, agrupación o lo que sea. Dice Lacan “Si no vienen aquí a fin de cuestionar toda su actividad, no veo para qué lo harían”.
No hace falta estar en desacuerdo para dialectizar. Aún más, puede que un auténtico desacuerdo, entorpezca las discusiones. Se trata más bien, de tensar la teoría; de tensarla tanto, que al final termine por entregar una nueva nota, una nota sutil.
¿Es importante conocer al hombre detrás de la teoría? ¿Es necesario? Lacan va descubriendo a Freud, y pareciera disfrutar del encuentro. Va conociendo al hombre que se esconde detrás de la teoría y las palabras. También la creación freudiana, es un sinthome. Lo digo, aunque sea una obviedad y tan temprano para este concepto.
¿Qué hacemos cuando hacemos análisis?
La relación analítica, nos dice Lacan, nunca es una relación de dos, sino de tres. La palabra tiene su propia entidad en la estructura analítica. Sin embargo, las palabras son volátiles, estocásticamente volátiles. Lo son en el análisis, y lo son también en la discusión teórica. ¿Cómo hacer para hablar de lo mismo?
Es un poco desesperante, el malentendido. Si el malentendido es inherente a la comunicación misma, aún cuando nos referimos a entes concretos, se profundiza cada vez más a medida que nos referimos a conceptos abstractos. Dice Lacan: el lenguaje es una mala herramienta. Y dice también: “Les informo que, actualmente, entre quienes son analistas y piensan (lo que ya restringe el círculo) no hay quizás ni uno que, en el fondo, esté de acuerdo con sus contemporáneos o vecinos respecto a lo que hacen, a lo que apuntan, a lo que obtienen y a lo que está en juego en el análisis”.
Como las palabras son el colmo de la referencia, podemos convencernos de que este postulado perdió vigencia. Después de tanto esfuerzo lacaniano, esperemos que así sea. Aparentemente, en los años 50, alcanzaba con llevar La interpretación de los sueños en la cartera de mimbre, para confiar en que se hablaba más o menos de lo mismo.
Acá Lacan nos señala cual es el punto que no varía en Freud, cual es la constante, cuando todo lo demás cambia. Nos dice que su punto de partida, pero también el punto que nunca abandona, es la restitución del pasado en lo singular de cada caso. “La dimensión propia del análisis, es la reintegración por parte del sujeto de su historia, hasta sus últimos limites sensibles (…)” Dice también: “Que el sujeto reviva, rememore, en el sentido intuitivo de la palabra los acontecimientos formadores de su existencia, no es en sí tan importante. Lo que cuenta es lo que reconstruye a partir de ellos”. “La restitución de la integridad del sujeto se presenta como una restauración del pasado, pero el acento cae cada vez más sobre la faceta de reconstrucción que sobre la faceta de reviviscencia”.
Revisar este prefijo y su significado, deshuesar las palabras, puede que nos acerque.
Al respecto, la pesquisa enseña, que hay palabras que son pregunta, y otras que son respuesta. La distinción que Lacan presenta, pone de relieve dos tiempos lógicos en el análisis. Es importante que así sea, que se trate de tiempos lógicos y no cronológicos. No vaya a ser, que el paciente se nos muera demasiado pronto, no vaya a ser que de tanto cavar profundo, extraviemos al paciente en el fondo de un pozo.
El descubrimiento freudiano, nos dice Lacan, da lugar a interrogantes vinculados a la función del tiempo en la realización de lo humano, interrogantes que por complejos, suelen aún ser evitados.
Después de largo pensar, solo puedo decir: que raro que es el tiempo. Quizás la virtualidad, la tecnología y las comunicaciones, están modificando nuestra experiencia temporal. Aún cuando las leyes de la física se mantengan en lo esencial, es la vivencia de lo temporal lo que se conmueve (y conmueve).
También la construcción ficcional, tan propia de lo humano, ofrece una vivencia y noción del tiempo que difiere de aquello que la física puede medir. Me pregunto si no es el sueño la ficción por excelencia, revirtiendo cualquier idea de tiempo que el razocinio pueda tejer.
“Al fin y al cabo, al recordarse, no hay persona que no se encuentre consigo misma”. Borges que escribe que sueña, o que sueña sin saber.
Leo “no existe prueba alguna que muestre que el tiempo es objetivo” y me genera cierta perplejidad, pienso en eso, lo pienso mucho, pero – como en todo aquello que no encuentra palabras – la pregunta abre un vacío, un “gap”, entre lo que puedo entender y la enormidad del misterio que encierra aquella sentencia. Claro, una hiancia.
Lo esencial del tiempo se resiste a su captura. Lo presente, de tan efímero es una ilusión. Lo pasado, de tan esquivo es una quimera. Queda el futuro y su universo mentiroso de posibilidades.
Ella lo dijo y me lastima preguntarme si hubiera encontrado yo las mismas palabras, o alguna otra similar que sepa decir aquello que tanto me inquieta: “quiero poseer los átomos del tiempo. Y quiero capturar el presente que por su propia naturaleza me está prohibido; el presente se me escapa, la actualidad huye, la actualidad soy yo siempre en presente”.
Es la memoria, más humana aún que la palabra.
Bendigo y maldigo el magnesio, y cualquier otra sustancia que le permita ser. Porque nosotros, analistas, trabajamos con la memoria, y construimos con el deseo.
De cualquier manera, Freud no ofrece garantías. Pensar que hace unos días lo comparé con Colón y acá dice Lacan, que Freud no llegó nunca a la tierra prometida. Qué si lo hizo, pienso ¿No es el inconsciente el campo más fértil? ¿No promete, aún sin prometer?
Lo extraordinario es la gestación; y también el nacimiento. Nacimiento que es un punto de partida, aunque no sea otra cosa que un punto de llegada.
¿Qué se hace con aquello que se hereda?
Aún más ¿qué es una herencia?
Si se valoran más los bienes adquiridos que los heredados, más vale que nos apropiemos de las teorías.
Creo que a esto nos invita Lacan con sutil insistencia: “Esta lectura, está orientada, no tanto a criticar el mito psicoanalítico, sino más bien a medir la amplitud de la realidad con la que se enfrenta, y a la cual brinda una respuesta, mítica”. Dice también “… nuestra única alternativa es reunir nuestros aportes bajo la égida de una crítica, una crítica de la técnica psicoanalítica”.
Bajo esta premisa, lo que sigue en este primer seminario, es cuestionar las nociones existentes acerca del yo, y las contradicciones que presentan.
Renunciar a los lugares seguros, obliga a jugar con lo imperdonable. Renunciar a pertenecer, no exige dejar se ser parte.