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Letras para el amor
enero 14, 2019|Capiton(é)

Letras para el amor

Tiempo de lectura: 2 minutos

Escuché sin querer, que el mundo dejaría de ser lo que es, que algo de él se terminaría, quizás no todo él, pero si una parte. Que cambiaría de forma. Escuché que no era una idea vaga, ni tampoco una predicción, sino un devenir inevitable. Pensé en la muerte, y necesité recobrar la perspectiva. Hay una sabiduría de la muerte que la antecede. Sino la muerte, solamente es.

Entendí, que el mundo está enfermo pero que va a darme tiempo para aprender a morir. ¿No es acaso el más necesario de los aprendizajes? Aprender a morir, es exactamente igual, que aprender a vivir.

No siento la catástrofe, no moviliza en mí un ánimo resolutivo o reparador. Tampoco siento miedo, o pánico. Ningún temor. Pienso el mundo, como un acontecer. ¿Es posible, acaso, detener su destino inevitable, su apoptosis; su entropía?

Pienso que hacer con mi tiempo, sabiendo que no habrá mañana. Decido escribir al amor. Escribirlo, no es lo mismo que intuirlo, o saberlo. No es tampoco lo mismo que sentirlo. Escribir al amor, es darle mi tiempo de ser.

Pienso en el amor que está dentro de mí, y también en el que sale de mí. Pienso en el amor que he recibido, y también en el que me ha sido negado. Pienso en el amor que he sentido, y también en el que dejé de sentir.

Mi silencio ¿qué me dice? Lo escucho como una sentencia: el amor cuando se siente, se recibe, y cuando se piensa, se da.

¿Qué es el amor sino el profundo deseo de hacerte el bien? De querer que vibre dentro de tu ser, todo lo que de bueno tiene este mundo.
Entiendo, entonces, que no puedo saber que digo cuando digo amor, si no se que digo, cuando digo bien.

Quiero tu bien, pienso. Quiero tu bien, me digo. Tu bien es el que elijes. Solo entonces, tu bien, quizás por la fuerza de un equívoco, es también.. el mío.

Dentro de mi, el amor tiene la forma de la belleza, y la intención de la bondad. Dentro de mi, el amor seduce como el saber, y fluye, como la libertad. Aveces me parece, incluso, que lleva la emoción de la verdad. No tiene ninguna palabra, no se puede pronunciar. Como si los universales, habitaran dentro de mí.

Decido amar, entonces, con la fuerza tiránica de mis caprichos, y sin elegirte, te elijo. Después, solo quiero confiar. Y confío. Intento amar, y amo. Ya no con la perfección de las ideas, sino en el deseo de acercarme y acercarte a ellas, en una eterna pregunta y en una eterna respuesta.

Una interrogación, que nos mantiene ávidos de sueños, es decir, despiertos.

Confío, sin necesidad de tiempo. Veo en tus ojos, te desnudo de palabras.

Puede que caiga en la trampa, puede que por un momento quiera enseñarte tu bien, que quiera decirte como vivir y que hacer. No me dejes. Sabes que existen infinitos modos de vivir la alocución de las ideas. Modos tan humanos, tan divinamente imperfectos. Tan plenos de vida, como la neblina fresca del amanecer.

Quiero.

Quiero que todos mis actos sean actos de fe.

Puede que por mi torpeza, me atreva a decidir en tu nombre. No lo permitas ni siquiera una vez. Amo la dignidad de tus tiempos.

Tu tiempo para errar, ensayar y ser.

Si alguna vez, te arrebato la verdad, si por desconfiar te miento, y te quito unidad. Si, en suma, para sentirme alguien, te hago dudar, destruyo tu mundo, fingiendo piedad…

Olvidame. Y no mires atrás.

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