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Leher a Lacan
septiembre 22, 2019|Leher a Lacan

Leher a Lacan

Leher a Lacan
Tiempo de lectura: 8 minutos

Introducción y respuesta a una exposición de Jean Hyppolite sobre la verneinung de Freud.

Bartender what is wrong with me?
Why am I so out of breath?
The captain said, “Excuse me ma’am’
This species has amused itself to death.

Roger Waters

Realmente no se porque soy tan tirana con mi ser. Malvada. Despellejar a Lacan, a quien se le ocurre. 22 seminarios y 16 capítulos me faltan, que tortura. Decía Sábato, que no hay torturas buenas o torturas malas, las torturas, son torturas y ya.

Voy a estar en desacuerdo: la única tortura aceptable, es la que uno mismo se impone. Si la tortura es muy neurótica, si tiene consecuencias negativas en nuestra vida, si compromete nuestra salud psíquica entonces, puede que un análisis permita al sujeto liberarse de esa tortura autoimpuesta. Pero hay otras torturas que no le hacen mal a nadie. Pampita, por ejemplo, hace 200 abdominales por día. Yo intenté imitarla en la tortura, y no pude sostener el hábito, pero este lunes, vuelvo a intentarlo.

Hay torturas que organizan la vida de las personas, otras, le dan una razón de ser. Algunas torturas, tienen beneficios secundarios inconfesados, y otras abiertamente reconocidos. Algunas tienden a la compulsión y son seriamente inevitables, y en ese caso, bien hace el sujeto en pedir ayuda.

Cualquier otra tortura, no es susceptible de tratarse con humor. Cualquier otra tortura, es abominable. Creo que Sábato usa precisamente esa palabra. Sin embargo, no importa cuanto dolor quiera causar, cuanto daño sea capaz de infringir: un verdadero torturador siempre confiesa una impotencia.  

Hay dolores que no es posible evitar, por lo demás, cada quien elige en donde sufrir. Vuelvo a mi tortura.

En este capítulo, capítulo V de Los escritos técnicos de Freud, Lacan trabaja algunos puntos. No puedo atribuirle el don de la claridad, porque no lo tiene. Nunca lo tiene. Me pregunto por su intención, todavía no respondo quien es él. No puedo discernir todavía, si sus comentarios aduladores hacia Hyppolite responden al sarcasmo o a la auténtica simpatía, si es admiración o sometimiento. Es que no puedo desentrañar la teoría si todavía no comprendo al hombre. El me da la razón, justo en este capítulo, me da la razón. Dice:

Esto nos permite criticar a la vez la ambigüedad siempre mantenida en torno a la famosa oposición entre lo intelectual y lo afectivo, como si lo afectivo fuese algo así como una coloración, una cualidad inefable que debiera buscarse en sí misma, independientemente de la piel vaciada que sería la realización puramente intelectual de una relación del sujeto. (…) Lo afectivo no es una densidad especial que faltaría a la elaboración intelectual. No se sitúa en un más allá mítico de la producción del símbolo, anterior a la formulación discursiva”.

No es esta la única polaridad que Lacan desestima. La polarización tiene una cualidad didáctica: didáctica y maniquea, pues, entre un polo y el otro, sucede el mundo. La polarización permite organizar conceptos, y ordenar la complejidad. Las más de las veces, es válida cuando sirve de puntapié para la explicación de alguna teoría, y pienso, es raramente válida, si se plantea como una conclusión.

Por su parte, Freud propone una polaridad primordial entre el ego y el ello. Lo que no comprendo todavía es si Lacan tiene alguna crítica a esta oposición.

En este texto Lacan diferencia el yo tal como es comprendido por la psicología, como función de síntesis, del yo tal como lo entiende el psicoanálisis, en donde su función es dinámica. Explica que la noción del yo, aparece en Freud, por primera vez en Psicología de las masas y análisis del yo, poniendo de relevancia que el ego se desarrolla en relación con el otro, siempre e invariablemente y que esta relación es esencial a la constitución humana. Por otra parte, hace alusión al carácter defensivo del yo. Nos dice: “En el ego está inscrita toda la historia de las sucesivas oposiciones que el sujeto ha manifestado ante la integración de lo que más tarde serán sus pulsiones más profundas y desconocidas”. Lacan plantea entonces la función fundamental del ego, como una función de desconocimiento. Esta conceptualización, es muy interesante, por su carácter negativo, es decir, por esta cualidad particular que implica no, el conocer, sino el desconocer.

En el capítulo anterior, Lacan venía trabajando sobre la resistencia y la transferencia como mecanismo esencial de la experiencia analítica. En este texto traza un paralelismo ubicando de un lado el ego y la resistencia, y del otro la experiencia analítica y la palabra.

La transferencia, podríamos agregar, funciona como una compuerta.

Dice Lacan “Este momento, revelador de la relación fundamental entre resistencia y dinámica de la experiencia analítica, nos conduce pues a un interrogante que puede polarizarse entre estos dos términos: el ego, la palabra.” Y continúa con este otro interrogante ¿Podemos decir que, en nuestro discurso, actualmente sea el ego el amo de todo lo que entrañan las palabras? Bien sabemos que no.

Al trabajar sobre la función de la palabra, Lacan, hace alusión a las características del símbolo lingüístico y sus cualidades particulares. Nos dice: “Todo símbolo lingüístico fácilmente aislado no solo es solidario del conjunto sino que además se recorta y constituye por una serie de afluencias, de sobre determinaciones oposicionales que lo sitúan simultáneamente en varios registros. ¿Este sistema del lenguaje, en el que se desplaza nuestro discurso, no supera acaso infinitamente toda intención que podamos atribuirle y que solo es momentánea?

Y continúa: La experiencia analítica juega precisamente sobre estas funciones, estas ambigüedades, estas riquezas desde siempre implicadas en el sistema simbólico tal como lo ha constituido la tradición, a la que más que deletrear y aprender nos incorporamos en tanto individuos.

Si… cuando él quiere ser claro, lo logra. Le cuesta querer nomás. O soy yo, que sufro de cierta dispersión, o que llego tarde. Mientras Lacan leía a Spinoza, yo estaba rezando el santo rosario.  No me quejo, solo digo las cosas como son. En realidad no, mientras el leía a Spinoza, yo no se que era, era nada aún, no estaba ni en los planes de mis padres. Lo que digo es esto: a mis 15 yo rezaba el rosario, y a sus 15 el leía a Spinoza.

En este texto, Lacan destaca la autonomía de la función simbólica. Nos dice “Es imposible partir de los hechos, sin de inmediato cometer los errores de comprensión más groseros, si no se capta claramente la autonomía de la función simbólica en la realización humana”. En su autonomía está su poder, por eso le temo a la inteligencia artificial. No vaya a ser que se nos descontrole tanto como la función simbólica. Epa. Que miedo.

Dios… el lenguaje, que arma más poderosa. Como siempre, me pregunto por el origen, surge en mí esa curiosidad. Y. N. Harari, debe tener algunos datos precisos.

Me imagino que al principio, una madre, habrá alertado a su creatura sobre el carnívoro asechando, abriendo bien grandes los ojos, chistando un poco, y señalando otro tanto: “a la cueva changuito, que viene el león”. Si los niños causaban mucho alboroto, una vocalización similar a un gruñido.

Que extraño ese momento, en que el hombre, todavía siendo una bestia, ingresó en el mundo significante. Que desesperante no saber como fueron estas cosas con exactitud.

En su línea temporal, Harari nos cuenta que hace 6 millones de años, existió el último antepasado común entre humanos y chimpancés. Es decir, hace 6 millones de años, nos diferenciábamos los unos de los otros, tanto como se diferencia usted, lector, de algún primo suyo.

Lo más interesante, sin embargo, me resulta este tiempo que abarca desde aquel momento hasta hace 70.000 años. Durante todo ese tiempo fuimos humanos, y fuimos también animalitos del señor. Bueno, lo seguimos siendo… mal que nos pese. Mientras leo mis notas, voy en busca del lenguaje y su evolución pero me encuentro con otras cosas.

La utilidad que los humanos podían obtener de sus cinco dedos y su mano prensil, tuvo como consecuencia que empiecen a andar erguidos. Las manos, son las responsables directas de nuestros dolores de parto: para usar las manos, nos paramos erguidos, para andar erguidos, debimos estrechar nuestro canal de parto, mientras tanto la cabeza de nuestra progenie se iba haciendo cada vez más grande. Por suerte con el mismo cerebro que desarrollamos, inventamos la peridural.

El fuego y la cocción, hicieron otro tanto. Cocinar los alimentos, permitió que gastemos menos energía y tiempo en comer, esto produjo algo así como un exceso energético, que fue directamente a empoderar nuestro sistema nervioso.

Dicho sea de paso… una vez, hace 20 años le pregunté a un hombre que acababa de conocer si tenía fuego, a lo que el respondió, muy astutamente “solo cuando beso”. De anécdotas al margen, que no vienen al caso… pero sí.

Hace solo 100.000 años estamos en la cima de la cadena alimenticia, antes de esto, usted se hubiera visto seriamente humillado por casi cualquier otro mamífero, asique deje de darse aires de animal importante, porque 100.000 años no son nada si se los evalúa retrospectivamente. Despabílese, puede que en este mismo instante, algún otro mamífero esté desarrollando su propio cerebro, y en otros 100.000 años, PUM! lo extinga a usted.

Homo sapiens, y homo neandertales, no son dos categorías temporales diferentes de una misma especie como usualmente se piensa. Homo sapiens, y homo neandertales, son dos especies de humanos. Si entiendo bien, así como existen gorilas y chimpancés, existieron homo rudolfensis, homo erectus, y homo neandertales. Los neandertales también domesticaron el fuego, y cocinaron sus alimentos. Sin embargo, se extinguieron hace 300.000 años.

Si Harari leyera este texto, probablemente me acusaría de imprecisiones, de realizar una pésima síntesis de su trabajo. Sin embargo, si profundizo en su recorrido es porque creo que facilita la comprensión de ciertos conceptos de nuestro interés. Al finalizar el primer capítulo de su libro, él se pregunta:

¿Cuál fue el secreto del éxito de los sapiens? ¿Cómo conseguimos establecernos tan rápidamente en tantos hábitats tan distantes y ecológicamente tan diferentes? ¿Qué hicimos para empujar a las demás especies humanas a caer en el olvido? ¿Por qué ni siquiera los neandertales con un cerebro grande, fuertes y a prueba de frío, sobrevivieron a nuestra embestida? El debate continúa abierto. La respuesta más probable es lo mismo que hace posible el debate: homo sapiens conquistó el mundo gracias, por encima de todo, a su lenguaje único.

Hace 70.000 años, nosotros, homo sapiens, empezamos a escribir la historia. Esta instancia de la humanidad, se reconoce como la revolución cognitiva, y es a partir de entonces que todo cambia y cambia, a partir de nuestros designios, y de las posibilidades que nos da nuestro lenguaje: un arma invisible, pero indiscutiblemente eficaz. Harari lo dice así:

Así, desde la revolución cognitiva, los sapiens han vivido en una realidad dual. Por un lado, la realidad objetiva de los ríos, los árboles y los leones, y por el otro, la realidad imaginada de los dioses, las naciones y las corporaciones. A medida que pasaba el tiempo, la realidad imaginada se hizo cada vez más poderosa, de modo que en la actualidad la supervivencia de ríos, árboles y leones, depende de la gracia de entidades imaginadas tales como dioses, naciones y corporaciones.

Si lo pensamos bien, nuestra existencia como individuos depende de la capacidad que tengamos como especie de repensar el capitalismo. El dinero es la ficción más poderosa. Nuestros mitos nos tragan, porque somos muy vivos, pero aprendemos demasiado tarde.  

Dice también Harari “(…) un aumento espectacular en el poder colectivo, y el éxito ostensible de nuestra especie iba acompañado de un gran sufrimiento individual”. No hay novedad para nosotros.

Volviendo a lo nuestro: Freud opone al yo, el ello, y esta distinción ha impregnado la teoría psicoanalítica. No llego a entender en que sentido Lacan expresa algún desacuerdo a esta oposición, ni si de hecho existe algún desacuerdo. En lo personal, no encuentro objeción alguna a esta distinción, por lo menos como primera medida.

La lógica histórica y evolutiva no interesa al psicoanálisis. No obstante, es a partir de una lectura antropológica profunda que podemos tangibilizar tanto la oposición planteada por Freud entre el ello y el yo, como así también vislumbrar la función de desconocimiento que Lacan atribuye al yo.

En este capítulo del Seminario, Lacan solicita a Hyppolite que desarrolle sus comentarios sobre el texto de La Negación, de Freud, y profundiza sobre estas conceptualizaciones. Esta cuestión de la denegación, traducción que se ajusta mejor, dirá Lacan, requiere una elaboración profunda, por tratarse de un punto que según puedo comprender, está en la base de la constitución psíquica y la elaboración del juicio. Será cuestión de ir al texto de Freud, y después al texto de Hyppolite, para después volver al texto de Lacan. Tortura.. decía yo.

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