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Leher a Lacan
enero 8, 2020|Leher a Lacan

Leher a Lacan

Leher a Lacan
Tiempo de lectura: 7 minutos

Así.. le preguntó a adán, Tú, como te llamás y el hombre respondió, soy adán, tu primogénito, señor. Y tú, como te llamas tú, soy eva, señor, la primera dama, respondió ella innecesariamente, dado que no había otra. El señor se dio por satisfecho, y se despidió con un paternal hasta luego y se fue a su vida. Entonces, por primera vez adán le dijo a eva, vámonos a la cama”.

Caín, José Saramago

Defensor: ¿Nombre?

Felipe: ¿Quién, yo?

Defensor: Sí, usted.

Felipe: Felipe Azul de Metileno

Defensor: ¿Nacido?

Felipe: Sí.

Dalmiro Saenz, Quien yo.

La tópica de lo imaginario

Decía Picasso, que la inspiración se encontraba trabajando. Aquí estoy, desde las 10 de la mañana esperando alguna línea. Son las 14.45. Tiempo prudente para darme por vencida. Quiero escribir sobre óptica, pero pienso en otras cosas. Será cuestión de ir trazando camino.


Se podría pensar un trabajo de investigación basado en las preguntas que Lacan va formulando en cada clase. Ellas mismas podrían servirnos de guía. En esta clase que se titula “La tópica de lo imaginario” Lacan se pregunta cuál es el lugar de lo imaginario en la estructura simbólica.

Hace unos días atrás, intentaba explicar al familiar de una paciente, de qué se trata la psicosis. El psiquiatra sentado a mi lado dijo, como siempre – por suerte o por desgracia – que la psicosis es de origen orgánico, que es necesario indagar sobre los antecedentes familiares, y que las respuestas están en la biología. Cada vez que escucho su respuesta pienso: que alivio. A la vez pienso, no puede ser así. No es así. Por lo menos, no es solamente así. Hay algo insondable y profundamente misterioso en el acontecer psíquico y los causes que puede llegar a tomar.


Quiero una cura; una cura que respete la promesa de dios, porque si de algo estoy segura es de que nadie quiere enloquecer. La enfermedad mental destruye las buenas intenciones de cualquiera, expone con crueldad la mediocridad de los alcances médicos más avanzados, la enfermedad mental grita a mitad de la noche, e irrumpe en el silencio; aniquila la inocencia y deja en claro que el tan mentado libre albedrío es una verdadera farsa.
¿Quién pudiera culparme por probar la manzana prohibida? No quiero una sola fruta, quiero todos los frutos del árbol. Es que dios no tiene derecho a la obediencia, ni al culto, ni a nada. Yo digo que comamos hasta saciarnos, aunque sirva para verificar que hay un saber que siempre es insuficiente. Puede que venga dios a hacer sus reclamos… será momento de vomitarle su propio pecado.


Siguiendo con la pregunta de Lacan, para responder cual es el lugar de lo imaginario en lo simbólico, es necesario precisar algunas cosas.
Lo simbólico es ese mundo construido, que nació junto al advenimiento mismo de la palabra. Construcción invisible que recubre la experiencia humana, velo imperceptible a nuestros ojos, pero ineludible. Ficción que otorga significado. Lo simbólico va adquiriendo con el tiempo, nuevas dimensiones y mayor profundidad.


Una vez alguien me dijo “todo punto de vista, depende de la vista de un punto”. A diferencia de lo simbólico que existe independientemente de los individuos, lo imaginario pertenece a lo íntimo y subjetivo de cada sujeto. Lo imaginario, es lo que enferma. O eso es lo que dirán los otros.
Lo real, siempre esquivo, no es otra cosa que aquello que se vive como experiencia y aún así, no es posible asirse con palabras. Por eso mismo es real, porque es inefable, inexpresable, imposible de verbalizar, y aún así vivido también subjetivamente.

Dice Lacan: “les advertí que una de las cosas que más debemos evitar es precisamente comprender demasiado, comprender más que lo que hay en el discurso del sujeto. Es exactamente lo contrario, incluso diría que las puertas de la comprensión analítica se abren en base a un cierto rechazo de la comprensión.”


Es difícil no comprender. No se si será un mal personal, o un mal compartido, pero en el interior del consultorio, en más de una ocasión me pregunto, si entenderá el paciente porque no lo comprendo, si mi incomprensión, que devolveré como pregunta, o como enigma, caerá en terreno fértil, si movilizará los puntos de su cadena significante, si apaciguará en algo su angustia, o si por el contrario, si no logrará nada. Lo más difícil de no comprender, pueda que sea el costo, de ser un incomprendido.
Me pregunto si es cuestión de tiempo o no, de tiempo en análisis, de momentos. El otro día, y a raíz de cuestiones que no vienen al caso, venía a mi aquello de “timing is a bitch”. De eso se trata sino todo, mucho, en un análisis, de saber cuando y en que momento intervenir con la palabra, cuando la palabra del analista puede aparecer y favorecer al análisis, y cuando debe desaparecer por completo, replegarse en un semblante que no diga nada, cuando una reflexión acertada suma más que el enigma de un corte, o cuando una intervención disruptiva, es más eficiente que un intento de acercar al paciente, a cierto saber sobre el inconsciente. Quizás dudo del psicoanálisis, aún peor, quizás no confío en los pacientes, más grave todavía: quizás desconfío de mi misma.

El deseo del analista, va en algún punto, a contrapelo de la lógica fálica, es preciso desautorizar la lógica imperante para que aparezca un sujeto. La primera lógica imperante, antes que cualquier discurso, antes que cualquier ideología, antes que la religión y que la política, la primera lógica es la del lenguaje mismo. El deseo del analista, se mide en un solo lugar y es en su determinación para jugar con las palabras, y de esta manera desarticular las lógicas imperantes.
Esta mañana, mientras doblaba sin planchar aproximadamente 121 prendas, intentando ser ama de mi propia casa, escuché una clase que gentilmente me envió un amigo. La clase estaba dictada en algún lugar por Jorge Chamarro, analista lacaniano, y supongo, porteño, por dar algún dato más. Debo decir que la clase volvió de lo más amena la tarea de doblar prendas, y me dejó pensando en algunas cosas, que confluyen con lo que vengo trabajando en este capítulo.


Lo más interesante del audio, fue el interrogante de algún participante hacia el final de la clase acerca de si un analista “des-identificado”, no estaría ubicado en el lugar de “analista-siempre”, es decir, identificado en el lugar de analista. Yo pensé que no es posible identificarse a algo que se es. Devenir analista, es un real. Como estar muerto.


Me hizo pensar también, en esa cita de Cortazar, de quien no leí más que un par de páginas por cierta inexplicable antipatía, que dice con respecto al amor: “Lo que mucha gente llama amar, consiste en elegir una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”.

Yo por ejemplo, devine analista, sentada en la penúltima fila de sillas del Gran Salón del Hotel Panamericano, en las XXI Jornadas Anuales de la Escuela de Orientación Lacaniana, el 01 de diciembre del año 2012, aproximadamente a las 9 de la mañana. Ese día, a esa hora, y en ese lugar, devine analista. Analista de manera irreversible. Analista como un poeta, analista sin impostar, ni importar la posición que asuma, ni los disfraces que vista, sin importar los semblantes que elijo y sin importar si quiera mi deseo, en este asunto. Porque un devenir, no es otra cosa que un punto.

Quien está identificado al analista, por seguro, no es analista. Está identificado a la palabra, o incluso a un rol, como los estudiantes universitarios, o gran cantidad de psicólogos.

Comentario al margen, deliberado y dirigido, esto me recuerda a aquella oportunidad en que mi amigo, respondió al interés que yo eventualmente podría haber tenido de analizarme con este señor, el de la clase, con la siguiente pregunta: ¿porqué el querría analizarte a vos? Todavía tengo el ceño fruncido. Mi amigo no lo sabe, porque todo esto fue a través de aparatos de telefonía móvil. Podría haberle respondido “porque nos reímos de los mismos chistes”. Después de todo, el humor es siempre una razón suficiente. Pero no dije nada.


En fin.. a que iba con todo esto… todavía no entiendo a mi amigo, Tute es peronista pero muy genial (ja), le voy a dar otra oportunidad a Cortazar, ah.. y el deseo del analista.


Dice Chamorro, que el deseo del analista, es un deseo sin fantasma. No se si existe el deseo sin fantasma, si queremos ser precisos. No es posible el deseo sin fantasma. El deseo del analista, es un deseo en la medida en que cree que vale la pena subjetivar el discurso del paciente, en la medida en que le interesa más la construcción subjetiva, que la construcción colectiva. Ese deseo se pone en juego cuando el analista es capaz de distanciarse de los discursos, para pasar a ser algo así, como un observador no participante. Renuncia a las lógicas imperantes y los discursos dominantes, para que pueda aparecer el sujeto en su particularidad. Un analista, advertido de los fantasmas, difícilmente puede tomarse algo a título personal. El deseo del analista, habilita al sujeto a vivir como quiere vivir, y es solo por eso y para eso, que el analista renuncia a dar significación, y permite así que aparezcan los fantasmas del paciente.

No creo realmente que el analista carezca de fantasmas. Sin ir más lejos, escuchando esto, me vino a la cabeza un episodio de mi ayer a la mañana. Estaba esperando para cruzar la calle, en una avenida de varios carriles, el semáforo estaba en rojo y una señora que me pasó por el lado, se mandó a cruzar, venían circulando una cantidad considerable de autos, lo que me llamó la atención. Ella tenía un palo en la mano, y como yo solo le veía la espalda, pensé que la señora era ciega, entonces le digo “señora.. no cruce, señora, cuidado”. La señora entonces, se da vuelta camina hacia donde estaba yo y me dice, no se preocupe, no pasa nada.. Ahí vi, que la señora, no era ciega, sino que llevaba una escoba. No sé.. quizás la acababa de comprar. O como le dije a un amigo, que no entendió nada de nada, la señora habrá sido bruja. El fantasma de la señora, entendió mi acto reflejo o mi propio fantasma, como una preocupación.


La escena siempre se completa con un fantasma, el mío, puede que haya tenido que ver con la ceguera, y puede que tenga que ver, con el hecho de que una vez soñé que me tenía que arrancar los ojos, como santa lucía. Ni idea. Digo, hay fantasmas de los que hay que curarse, pero los fantasmas, no desaparecen.


Para practicar la ignorancia docta, primero hay que desearla, y confiar en ella, más que en los efectos del propio saber. Confiar en la ignorancia docta, más que en los efectos que puede tener, sobre el paciente, la propia palabra. Eso, es el deseo del analista.


Yo estaba contándole a un amigo, a otro amigo, algo que hice, justamente por tenerlo en mi más alta estima, por quererlo incluso más de lo que yo me había permitido, y para eso le puse el ejemplo de la bruja. No entendió nada, me dijo cosas horribles, y yo lloré. Son dos amigos distintos estos dos, de esos amigos virtuales, que no ven el ceño fruncido, y tampoco sienten el dolor o las lágrimas.


Bueno, me fui por las ramas, pero considero que es esta una buena introducción para el capítulo que me ocupa, quizás deba dilatar mis planes, pero no importa. Espero al año que viene y a los reyes magos, les pido la inmortalidad.

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