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Leher a Lacan
enero 28, 2020|Leher a Lacan

Leher a Lacan

Leher a Lacan
Tiempo de lectura: 7 minutos

¿Que no mamá que a las 12 o a las 13, se terminan las horas?

Mi niño, 6 años.

La tópica del imaginario

Empiezo escribiendo incómoda, por incumplir mis propias normas. Es mi superyo adaptado, mi superyo privado… o mi sinthome. En este sitio, después de un Leher a Lacan, se publica un 12 x 12, y después de un 12 x 12, se publica una carta de 1850, eventualmente puede haber otra cosa, algún otro escrito. Lo que no puede haber, o suceder, como está sucediendo en este instante, son dos publicaciones seguidas de la misma categoría. En ningún caso. El orden de las publicaciones puede alterarse, pero no deben ser consecutivas. Rompo el patrón, solo para confirmar la regla. Si quiebro la norma una vez, algo cambia. Si la quiebro muchas veces, el patrón desaparece. Momento de modificar las palabras.

Las formas nunca son importantes en sí mismas, sino en tanto cumplen con una función que no es cualquier función. Las formas, velan la realidad. Velar la realidad, es un acto de amor. Tan distinto a mentir, u ocultar. Velar la realidad, es suavizar la crudeza de la existencia. Claro, que la función psíquica del velo tiene un montón de trampas y triquiñuelas. Quizás no haya mejor manera de expresarlo: el velo, es otra piel.

Vuelvo a la tópica de lo imaginario.

Cuando quiero empezar por el principio, voy a buscar el significado de las palabras. Así, empiezo por buscar la definición de tópica y la definición de imaginario. Encuentro las definiciones generales y también las definiciones específicas, propiamente psicoanalíticas. De esta manera, me encuentro con Freud y lo siguiente “Propongo que cuando consigamos describir un proceso psíquico en sus aspectos dinámicos, tópicos y económicos, eso se llame una exposición metapsicológica“. Está muy bien. Tiene razón. Eso es lo que hay que hacer. Hay que distinguir los distintos aspectos de los procesos psíquicos de los pacientes, y llamar a eso que hacemos “exposición metapsicológica”. Muy didáctico y esclarecedor. Por alguna razón, me da un poco de risa. Como si se tratara de un niño diciendo algo gracioso, como si el intento de categorizar y tanta seriedad al hacerlo, me enfrentara con algo inocente que quisiera cuidar para siempre, algo en lo que creo y a la vez no creo. Es una categoría precisa, acertada y lúcida, aún así… me hace reír.

La Real Academia Española define “tópica” como “lugar común que la retórica antigua convirtió en formulas o clichés fijos y admitidos en esquemas formales o conceptuales de los que se sirvieron los escritores con frecuencia“. Decimos tópica, para formalizar. Un “tópico” también es algo que se repite, hasta tornarse necio o absurdo, porque un tópico siempre está en el lugar de la palabra, de la categoría, es decir, de un intento siempre vano, estéril.

También en este capítulo, Lacan presenta el esquema de la localización psíquica realizado por Freud y cita textualmente las palabras con las que acompaña dicho esquema. De aquello que dice Freud me interesa lo siguiente: “creo que nos es lícito dejar libre curso a nuestras hipótesis, siempre que conservemos una perfecta imparcialidad de juicio y no tomemos nuestra débil armazón por un edificio de absoluta solidez”. Lacan nos advierte: “Ya que los consejos están hechos para que nadie los siga, creo que es inútil aclararles que desde entonces no hemos dejado de tomar el débil armazón por un edificio de absoluta solidez.” Edificio de absoluta solidez. Ja.

En este capítulo, Lacan nos invita a leer algo de geología. Pensar la realidad psíquica “en capas” permite a un sujeto en análisis, elaborar construcciones subjetivas integrando diversos aspectos de su subjetividad. Esto no implica perder de vista el hecho de que lo específico de un análisis es aquello que no puede elaborarse en ningún otro ámbito. Lo que Lacan logra, y que no había logrado antes la filosofía, lo que Lacan subvierte y encuentra en su teoría, es lo propiamente psicoanalítico. Sin embargo, si el analista no está advertido de lo demás, no podrá permitirle integrar en su sinthome, aquello que es propio de cada uno. Trabajar únicamente a nivel estructural con el paciente, es lo mismo que trabajar obedeciendo a una nosografía específica. Lo estructural anula lo subjetivo. Digo cosas obvias, porque lo obvio, nunca lo es.

Para explicar el registro imaginario, Lacan se vale del estadio del espejo y de la óptica (en tanto saber científico que elabora instrumentos que crean imágenes, es decir, que imitan el funcionamiento mismo del ojo). Se asienta para ello, en un caso de Melanie Klein.

Dice Lacan: “El estadio del espejo no es simplemente un momento del desarrollo. Cumple también una función ejemplar porque nos revela algunas de las relaciones del sujeto con su imagen en tanto arquetipo del yo”. Esta es la clave, el punto central del desarrollo del registro imaginario y de su relevancia en la constitución psíquica. “La sola visión de la forma total del cuerpo humano brinda al sujeto un dominio imaginario de su cuerpo, prematuro respecto al dominio real.” “El sujeto anticipa la culminación del dominio psicológico y esta anticipación dará su estilo al ejercicio ulterior del dominio motor efectivo”. “Es ésta la aventura imaginaria por la cual el hombre, por vez primera, experimenta que el se ve, se refleja y se concibe como distinto, otro de lo que él es: dimensión esencial de lo humano que estructura el conjunto de su vida fantasmática”. En una suerte de acertijo, mi hijo mayor le decía el otro día a sus hermanos: “A qué nunca te viste la cara”. Esto, explica las cosas bastante bien.

Lacan se vale del experimento del ramillete invertido, y de las nociones de la óptica en general, para explicar lo que sucede en el psiquismo en relación al desarrollo del mundo imaginario. El esquema del ramillete invertido incluye el dibujo de un ojo, que capta la escena, y la ubicación de ese ojo con respecto al esquema planteado, determina como se sucederán las cosas para un sujeto. Dice Lacan: “¿Qué significa entonces ese ojo que está aquí? Significa que, en la relación entre lo imaginario y lo real, y en la constitución del mundo que de ella resulta, todo depende de la situación del sujeto. La situación del sujeto está caracterizada esencialmente por su lugar en el mundo simbólico, dicho de otro modo, en el mundo de la palabra.”

“Para que la ilusión se produzca, para que se constituya ante el ojo que mira, un mundo donde lo imaginario pueda incluir lo real y a la vez, formularlo, donde lo real pueda incluir y a la vez situar lo imaginario, es preciso, ya lo he dicho, cumplir con una condición: el ojo debe ocupar cierta posición, debe estar en el interior del cono”.Si está fuera de este cono, no verá ya lo que es imaginario, por la sencilla razón de que nada proveniente del cono de emisión le impactará, verá las cosas tal como son, en su estado real, al desnudo, es decir el interior del mecanismo, y según los casos, un pobre florero vacío o bien unas desoladas flores”.

A partir del caso de Melanie Klein y con la ayuda del esquema del ramillete invertido, Lacan intenta hacernos comprender cómo un sujeto construye su mundo imaginario, como este mundo imaginario se diferencia del mundo real, que es lo que se requiere para que un sujeto pueda establecer esta distinción y cual es el vínculo entre este dominio y la adquisición del lenguaje y también de la palabra; en tanto llamado, en tanto enunciación y en tanto comunicación.

Lacan intenta mostrar algo que no ha salido bien con este niño de 4 años. Para este niño, la realidad es uniforme, nada tiene un valor “en más”, todo en la realidad le es igualmente indiferente. El niño deforma las palabras y las emplea mal, no desea hacerse comprender, ni busca comunicarse. Es claro tanto para Klein como para Lacan, que el niño no es tonto, sino indiferente. In – diferente.

Me encantaría poder decir “entiendo perfectamente” pero no puedo darme ese gusto. Entender perfectamente, implicaría poder realmente imaginarme como es este proceso, construirlo mentalmente en mi cabeza. Por ejemplo, si yo dijera: un niño que nace, llora la ausencia que rodea el cuerpo, la del útero que antes lo contuvo. Eso, lo entiendo. Puedo imaginarlo. Puedo imaginar también: el niño, percibe fragmentos, luego percibe unidades y las diferencia, diferenciándose a sí mismo de todas ellas. El yo, se constituye en este proceso.

Entiendo también “El niño simboliza la realidad que lo rodea a partir de ese núcleo, de esa pequeña célula palpitante de simbolismo que le ha dado Melanie Klein“. Lo entiendo, pero no lo comprendo perfectamente. Lamento no comprender perfectamente, porque comprender perfectamente me daría cierta felicidad.

Es un problema serio, y van a juzgarme mal.. o mejor dicho, bien.. pero siempre he tenido cierta antipatía por las teorías objetales. No se si es tanto que no las comprendo o que no quiero comprenderlas.

Lacan explica: “El mundo del niño, nos dice Melanie Klein, se produce a partir de un continente – el cuerpo de la madre – y de un contenido del cuerpo de esta madre. A lo largo del avance de sus relaciones instintuales con ese objeto privilegiado que es la madre, el niño se ve llevado a realizar una serie de relaciones de incorporación imaginaria. Puede morder, absorber el cuerpo de su madre. El estilo de esta incorporación es un estilo de destrucción“.(…) “El niño espera encontrar en ese cuerpo materno cierta cantidad de objetos, que, aunque están incluidos en él, están provistos de cierta unidad, objetos que pueden serle peligrosos. ¿Porqué peligrosos? Exactamente por la misma razón por la cual él es peligroso para ellos. Los reviste en espejo, con las mismas capacidades de destrucción de las que se siente portador.

Y continua: “Estos objetos serán, desde luego, exteriorizados, aislados de ese primer continente universal, de ese primer gran todo que es la imagen fantasmatica del cuerpo de la madre, imperio total de la primera realidad infantil. Sin embargo, siempre se le presentarán provistos del mismo acento maléfico, que habrá marcado sus primeras relaciones con ellos. Por eso los re introyectará y trasladará su interés hacia otros objetos menos peligrosos. Llevará a cabo, por ejemplo, lo que se llama la ecuación heces – orina. Diferentes objetos del mundo exterior, más neutralizados, se constituirán en equivalentes de los primeros, vinculándose a ellos por una ecuación imaginaria. De este modo la ecuación simbólica que volvemos a descubrir entre estos objetos surge de un mecanismo alternativo, de expulsión e introyección, de proyección y absorción, vale decir, de un juego imaginario“.

Y concluye: “Precisamente es este juego el que trato de simbolizar en mi esquema, por las inclusiones imaginarias de objetos reales, o inversamente por las capturas en el interior de un ámbito real de objetos imaginarios.

“(…) En el caso dramático de este sujeto, que no ha accedido a la realidad humana porque no hace ningún llamado ¿cuáles son los efectos de las simbolizaciones producidas por la terapeuta? Ellas determinan una posición inicial a partir de la cual el sujeto puede hacer jugar lo imaginario y lo real y conquistar así su desarrollo. El niño se precipita en una serie de equivalencias, en un sistema donde los objetos se sustituyen unos a otros”.

El desarrollo solo se produce en la medida en que el sujeto se integra al sistema simbólico, se ejercita en el, se afirma a través del ejercicio de una palabra verdadera. (…) sin duda, no cualquier palabra: en esto radica la virtud de la situación simbólica del Edipo“.

Transcribo los fragmentos que son para mi, más una pregunta que una respuesta. Podría, decir “estoy en desacuerdo” y dedicarme a la psicología. Lucho contra la insignificancia para poder sostener la constancia. Lucho también contra la antipatía que me producen las teorías objetales, tan antipoéticas. Me digo a mi misma: importará la poesía cuando puedan derivar en ella, las formas más oscuras de la locura.

No me jacto de lo que escribo, tampoco de perseverar. Es lo que hago, y ya.

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