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Leher a Lacan
marzo 12, 2020|Leher a Lacan

Leher a Lacan

Leher a Lacan
Tiempo de lectura: 4 minutos

The heart wants what it wants – or else it does not care.

Emily Dickinson

Save your advice cause I won’t hear.

Selena Gomez

Los escritos técnicos de Freud

¡El Lobo! ¡El Lobo!

En mi ámbito de trabajo, nada me parece evidente, incluso en aquellos casos, en que todo apunta hacia un mismo lugar. Incluso cuando algo, me resulta claramente evidente, no puedo usar esa palabra. Quizás envidio un poco la posibilidad de algunas personas de ver algo o percibir algo como evidente. En lo que a mí respecta, lo único que me resulta evidente es.. nada. Nada me resulta evidente.

En este capítulo, Lacan continua trabajando sobre la función de lo imaginario, y desarrolla también algunos otros conceptos. En esa clase, dictada el 10 de marzo de 1954, una alumna del seminario, Rosine Lefort desarrolla el caso de un niño llamado Roberto, niño que emplea un único significante: el lobo.

Dice Lacan: “el lobo plantea todos los problemas del simbolismo, no es una función delimitable ya que debemos buscar su origen en una simbolización general. El hecho de que el lobo haya sido elegido para producir estos efectos, nos remite directamente, a una función más amplia en el plano mítico, folclórico, religioso, primitivo”.

Esta cuestión del lobo, y la elección de la palabra justamente por su valor simbólico me hace pensar en esta otra cosa: una paciente que veo hace aproximadamente un año, psicótica, con un delirio instalado hace más de 7 años, empieza a salir de cierto sopor, de un profundo estado de aislamiento, estado en el que inventó una nueva lengua, con sus propias categorías, y conceptualizaciones, sus propias palabras. Una construcción ficticia.

A medida que pasan los meses se reconecta con su realidad, de a poco abandona las categorías que había inventado, deja sus palabras, su lenguaje privado y empieza a hablar en castellano. Manifiesta sus deseos de levantarse de la cama y volver a caminar. En las últimas sesiones, refiere estar haciendo una dieta, y lo que de la dieta refiere es únicamente un plato y más que un plato, un significante: chucrut. Hay algo que me resulta llamativo de esa elección. Como si no fuera el plato, sino la palabra, una palabra separada de la cadena significante, algo que es en realidad puro sonido o puro sabor, cierto goce al decirla, al pronunciarla, un goce de la lengua, muy distinto al empleo del lobo, y todo el valor simbólico que comporta.

Quizás esta sea la polaridad de la palabra: de un lado la palabra como símbolo, del otro lado, la palabra como real. De un lado la palabra llena (si si, llena), del otro la palabra vacía. (¿Es posible una palabra vacía?) De un lado la palabra condensando mitos, del otro la palabra como sonido.

Voy a aclarar esto, más temprano que tarde. Sé que Lacan es brillante en sus conceptos, sé también que trabajó arduamente, que el psicoanálisis fue su causa, y que en su enseñanza y difusión vivía su deseo. Sé también los desafíos que propone, y sé que podré aproximarme a sus ideas, a medida que avance en mis lecturas. Sé también que veló la teoría freudiana con una formalización que me seduce, una formalización a la que siempre quiero volver. Aún así, de ser contemporáneos, le hubiera tachado en sus narices sus gráficos y sus fórmulas; me hubiera reído de él. Quizás de esa forma, respondía a sus propios enigmas.

Sobre la base de mi saber, elijo desconocer e ignorar la teoría, pensar por primera vez para quizás, llegar por distintos caminos al mismo lugar… o no. Dice Descartes: “se comprenderá perfectamente que es dificultoso, trabajando sobre obras ajenas, hacer cosas muy perfectas“. Leer estas líneas fue un discernimiento muy oportuno. Empezar por el principio ofrece – por lo menos – la ganancia de la oportunidad.

Cuando Lacan tenía 15 años, probablemente eludía la sexualidad leyendo a Spinoza, yo hacía lo mismo, pero lo hacía rezando el rosario, y completando capitales de gracia. Cuando el se explica, se explica sobre la base de su saber subjetivamente construido, cuando yo lo leo, lo entiendo o malentiendo, sobre la base de mi saber subjetivamente construido. Las posibilidades de que digamos lo mismo, son remotas. Con una excepción: que realmente nos conozcamos. Ja.

El caso del niño lobo, está muy bien desarrollado por esta alumna de Lacan a quien por lo menos algo, le resulta evidente. El caso es bastante claro y muy interesante para entender esta cuestión que Lacan abre en el capitulo anterior sobre el continente y el contenido: la madre como continente, el niño como contenido. El niño como contenido, entre otros contenidos. El niño como continente en relación con sus contenidos. Dice Lacan con respecto al caso: “En este niño no parece haber ni un déficit ni un retraso ligado al sistema piramidal, nos hallamos ante manifestaciones de las fallas de las funciones de síntesis del yo, en el sentido en que entendemos el yo en la teoría analítica”. Continúa: “No dejo de vincular directamente la atipia de su dormir con el carácter anómalo de su desarrollo, cuyo retraso se sitúa precisamente en el plano de lo imaginario, en el plano del yo como función imaginaria. Esta observación nos muestra, que a partir de un tal retraso del desarrollo imaginario, aparecen perturbaciones de ciertas funciones, aparentemente inferiores, a lo que podemos llamar el nivel superestructural. En la relación entre la maduración estrictamente sensorial y las funciones del dominio imaginario en el sujeto radica el enorme interés de este caso. Todo el problema reside ahí. Se trata de saber en qué medida esta articulación es la que está en juego en la esquizofrenia.”

Esto está muy claro. Lo que pone de manifiesto este niño, es una falla en la función de síntesis del yo.

Tenemos acá una serie de conceptos que podemos comprender aisladamente: la función imaginaria, la función de síntesis del yo, el estadio del espejo, la elección del significante. Conceptos en sí mismos algo complejos. Sin embargo, lo verdaderamente complejo es comprender el modo en que Lacan y sus alumnos del seminario hacen converger estos conceptos. Siento que me faltan algunos ladrillos fundamentales. O no, tengo los ladrillos, me falta la mezcla. ¿cómo integrar los conceptos? ¿porqué esta madre que abandona tiene esta consecuencia en este niño abandonado? ¿de qué manera se relaciona la síntesis del yo, con la ausencia de la madre? ¿de qué manera la falla en la síntesis del yo, impide el deslizamiento de la palabra? Preguntas cuya respuesta intuyo pero quiero poder explicar con la soltura y la destreza con la que podría explicar el proceso de refinación del azúcar si me lo propusiera. Eso querría. Porque sí. Porque el corazón tiene razones, que la razón desconoce.

Paciencia.

O no. O nada de paciencia.

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