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Nadie
octubre 7, 2021|Capiton(é)

Nadie

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Después del movimiento, la ola azotó en la playa.

Se extendió sobre la aldea, como un manto de seda blanca.

De nadie se escuchó el grito, nadie dijo palabras.

Nadie exhaló un suspiro, nadie dijo plegarias.

Los víveres… no se perdieron.

Los perros… no se extraviaron.

Nadie lloró a los niños.

Y nadie amuralló sus lágrimas.

Nadie dice de todos, pero nadie… de uno no habla.

Salió con el alba, descalzo y sin amarras.

En la arena observa su huella, el dibujo que a su paso dejaba.

Al final encontró su piedra, y cerró sus ojos para mirarla.

Como cada día, llega hasta ahí, solo para tocarla:

cierra los ojos y reza, un murmullo de alabanzas.

Estaba lejos de casa, cuando la ola organizó su danza.

y fue por sorpresa y de súbito, que empalideció en su cara:

el silencio no era silencio,

era la muerte amordazada.

Y ya no hubo los labios alegres para besar,

ni el cuerpo tibio de su niño encaprichado.

No hubo la siesta, ni la fiebre.

No hubo cerdos para el engorde.

Ni cabras para el ordeñe.

No hubo las bananas, las mandiocas o las papas.

No hubo el dios de los milagros, ni el dios de los mendigos.

No hubo el dios.

Y no hubo condición para el abrigo.

Muerto el pequeño… no hay sed.

Muerta la amante… no hay frío.

Sin memoria, no hay sol.

Sin el sol, ya no hay río.

Sin palabras, no hay fe,

y sin fe, no hay olvido.

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