Voy a escribir, me digo.
Teorías. Formalizaciones. Mentiras.
Lo intento.
Después me digo:
¿Para qué escribir,
formulaciones, abstracciones, mentiras?
Mejor irme a vivir.
Verifico y pruebo.
Otro día me digo:
Voy a escribir:
Historias. Ficciones. Cuentos.
Mentiras. Verdades. Inventos.
Después, entiendo:
¿Para que escribir si después me muero?
Mejor vivir.
Y otra vez, lo intento.
Lavo y plancho.
Cocino y ordeno.
Así también me muero – siento.
Entonces, leo.
Que se mueran otros – pienso.
Y sigo leyendo.