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ELECTROSHOCK
noviembre 10, 2023|Capiton(é)

ELECTROSHOCK

Tiempo de lectura: 9 minutos

El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores.

Milan Kundera, La insoportable levedad del ser.

Genius is the ability to know when to take a metaphor literally and when to take the literal metaphorically.

Ryan Ruby, The 0 and the 1.

La fortaleza o debilidad de una sociedad, depende más de la calidad de su espiritualidad que de sus niveles de industrialización.

Konstantin Kisin cita a Alexandr Solzhenitsyn, ARC Conference (0)

People seem not to see that their opinion of the world is also a confession of character.

R.W. Emerson

El caso es que tendría dos mil bebés. Uno por año y en cada una de mis vidas. Tendría dos mil bebés, porque me dan mucha felicidad, una felicidad que no me dio ni me dará nunca, ninguna otra cosa. Un bebé recién nacido, es la contemplación del misterio de la vida en sí y para sí.

No es solo la perfección intrínseca del recién nacido, sino el hecho mismo de que no hemos errado en ellos aún: apenas nacido un niño, todavía no nos equivocamos como padres. Añoro ese instante, que en general debe durar veinte minutos. Quizás un día, o dos.

Esta perfección, es ilusoria de todas formas, porque de ser por nuestras acciones, seguramente afectamos a nuestros hijos aún no nacidos de algún modo durante el embarazo, o antes de concebir al niño, viviendo más o menos mal, tomando decisiones desafortunadas, equivocadas o prematuras. O en el momento mismo de la concepción, deshonrando al amor, mediante conjunciones carentes de todo valor. Quien sabe. Somos siempre muy imperfectos.

No solo los bebés recién nacidos ya han de ser imperfectos. Los hombres con los que uno puede eventualmente hacer un bebé, son – sobre todo – muy imperfectos. Aún los hombres bien perfumados, son imperfectos; son imperfectos todos los obsesivos por mucho que les pese, con sus rituales y sus precauciones. Son imperfectos los que son muy sinceros y sufren o no sufren complejos de inferioridad.

Especialmente imperfectos son los que necesitan constantemente mostrarse perfectos, y repiten las mismas pavadas en todas sus entrevistas. También son imperfectos, los que insisten en dejar al descubierto sus deseos, sin ninguna otra finalidad que la de exhibirlos. Los de esta última clase tienden además a establecer pactos ridículos con otra clase de hombres imperfectos, sin ningún tipo de justificación. Imperfectos son todos los hombres, además de incorregibles, que obran desde tiempos inmemoriales, según los cánones de su propia conveniencia, siendo esta, la mayor y más grave de sus imperfecciones: por devoción a las formas, se quedan sin nada.

Hasta Harvey Specter que es lo más perfecto del mundo, es imperfecto; además de ficticio, improbable y fácticamente contrario a las teorías más serias.

Muy particularmente imperfectos, son aquellos que por sus actos obtienen el apelativo de masoquistas, y que solo a través del dolor, pueden sentirse vivos. Son imperfectos los hombres de trajes muy grises o muy azules, con camisas celestes y corbatas exactas.  Son imperfectos los que tienen lindísima voz, pero solo para cantar. Imperfectos son, los que sabiendo usar las palabras, no saben decir la verdad, y especialmente imperfectos son también aquellos que queriendo, o sin querer, se hacen amar.

Cuando así sucede, termina una cediendo a sus encantos, e ingresa irremediable y progresivamente, al corazón y núcleo mismo de sus imperfecciones.

En mis imperfecciones o las imperfecciones propias de mi género, no me detengo, y no porque no las haya, sino porque me aburre y es del todo innecesario.

Además de disfrutar inmensamente la sola presencia de un bebé, y todas sus cositas adorables, no podría guardar el niño adentro, una vez que di el primer grito, por ejemplo; decirle “vuelva al vientre m´ijito, hay que empezar de nuevo”.

Por eso quisiera tener dos mil bebés, porque no podría empezar de cero realmente, excepto que los tenga. Dos mil bebés, cada uno con su nombre y sus palabritas lindas.

No es que descartaría al niño anterior, como hizo dios con la especie pre-diluvio, por supuesto que no. Me ocuparía como siempre de mis hijos ya condicionados por mis imperfecciones maternas, y por las imperfecciones de su padre, y las del lenguaje que lo contiene, y las de la cultura que lo condiciona, y las de la nación que lo determina, y las del linaje que lo antecede, y las del otro linaje, y las propias de su especie, las imperfecciones del destino mal trazado y vaya a saber que otra contingencia muy imperfecta que viene a afectar la vida de cualquier ser humano. Seguirían siendo tan hijos míos como antes, pero una y otra vez, tendría un bebé nuevo para perfeccionar mis cualidades maternas. Así, el último bebé, ya sería no el hijo perfecto, sino el hijo de una madre perfecta, con todos los efectos devastadores sobre dicho bebé, porque como bien sabemos, ser la madre perfecta acarrea sus propias y terribles consecuencias.

Lo que digo – para no delirar excesivamente – es que me hubiera gustado ensayar la maternidad, así como la vida, claro.

Pensaba en esto mientras veía el debate presidencial, porque después de escuchar a los flamantes candidatos, concluí que la complejidad de la política, solo es comparable a ámbitos tales como la maternidad y el psicoanálisis. Imposibles desde el principio. Me dieron ganas de ir y desenchufar todo, y que ahora mismo esté partiendo una flota, con un montón de realistas derrotados. En el barco de vuelta van comentando: “¡Pero joder! ¡Qué aguerridos estos caudillos, con que determinación nos han sacado a los empujones! – Pues que cada palo aguante su vela, habrán proclamado. Se va el barco, todos los realistas fuera, y empezamos de nuevo.   

También podríamos situar el momento cero, en el desembarco de Colón, por ejemplo: se acercan las carabelas a las costas de Guanahani, y los lugareños, ahí nomás sacan arco y flecha y los matan a todos. Nada de Cristóbal Colón, ni de San Salvador, ni de Coronas de España. Ni un español sobrevive, nadie pisa el continente, nadie intenta conquistar a nadie, ni evangelizar a nadie. Cumplida su misión, los isleños agradecen su victoria al Sol, y se comen en calma y sosiego un riquísimo mango. Y a otra cosa mariposa.

Sin embargo, el punto cero – por lo menos en estas latitudes – habría de ser, con mayor justicia, preincaico. El mar, los barcos y los colores, crean solo ilusiones. Podría entonces, saber yo – por ejemplo – si mi fracción local es omaguaca, diaguita o huarpe, o si, por el contrario, mi fracción americana arrastra a los Chimús, que vivían más al norte.

Lo más preciso, en todo caso, si se trata de volver a empezar, sería que volvamos todos (la humanidad completa, digo) a las orillas y alrededores del Río Zambeze, la patria de nuestra Eva mitocondrial. Hambrientos y sin más posesión que nuestra propia osamenta. Eso sí sería empezar de nuevo.

En lo personal, podría contar con la ventaja de que un hombre muy imperfecto que se niega y no se niega a quererme, es experto en Supervivencia al desnudo (1): se vio todos los capítulos y se sabe todos los trucos. Me exige como contraprestación – para quererme del todo y sin reservas – que yo lo quiera de antemano, capricho que de ninguna manera podría yo satisfacer. En cambio, si partiéramos juntos al Sur del África, y a la vera del Río Zambeze, me rescatara de las fauces de un rinoceronte, o compartiera conmigo su sapiencia en lo que a supervivencia se refiere, entonces, sí, podría yo ir queriéndolo de a poco, y olvidaría lentamente todas sus evidentes imperfecciones. Pero los hombres imperfectos de la posmodernidad – acabados por los feminismos – suelen mantenerse impávidos ante el dolor, y se niegan a compartir hasta la clave de Netflix.

Estas posibilidades excesivas, me recuerdan al método de un psiquiatra con el que hube de trabajar. Cuando, en ocasiones, el tratamiento de algún paciente no tenía buenos resultados, acudía al electroshock. Primero: una droga de acá, otra de más allá, más miligramos, menos miligramos, de día y de noche, solo de noche, solo de día, haciendo la vertical, con los ojos cerrados, distintas combinaciones, proporciones directas, proporciones inversas, etcétera; cuando ya nada daba resultados, aplicaba este tratamiento invasivo y ciertamente polémico. El electroshock, produce la desconexión sináptica, y una reconexión posterior, con mejores o peores resultados en cada caso.

Ya ven, las dendritas pueden enredarse.

Podemos mencionar otras formas de empezar de cero, tales como: entrar en coma, perder por conmoción las manifestaciones de la memoria o extraer los lóbulos cerebrales pertinentes.

En fin.

¿A cuento de que viene esta verborragia? Pues a cuento de nada. La pura perplejidad nomás, ante el delirio de estar vivos, y ante la dificultad de ciertos escenarios.

Sigo, porque nada me impide hacerlo.

El problema más serio de la disfunción multiorgánica, lo constituye el hecho de que el tratamiento para la recuperación de un órgano en particular, es factible de desencadenar la severa descompensación de otros órganos vitales.

Aunque se tratare del médico más avezado, no podría hacer su trabajo con tranquilidad si la administración no provee de los elementos, el instrumentista no desinfecta el bisturí, el anestesista llega tarde, las enfermeras (y enfermeros) cuchichean en la esquina del quirófano, y de las puertas hacia afuera, una multitud se queja de alguna cosa, con pancartas y gases lacrimógenos. Aun así, el responsable tendrá que ingeniárselas.

Ahora, si el cuerpo mismo se opone, si ante cada pinchazo, el enfermo escupe al médico en la cara, si se resiste a todas las intervenciones, si patalea, y sistemáticamente se niega a quedarse calmo y en silencio, si pide a los gritos al otro médico, al que ya no obtuvo el puesto, el trabajo se vuelve imposible, y la muerte del paciente, se torna inminente y segura. Quizás se trate de una muerte complicada, quizás el paciente, sea un país necesario.

Que el paciente tenga temor de que el médico le robe los órganos, debería ser en sí mismo, una verdadera locura. El paciente no puede temer que sus órganos terminen pues, fuera de sí mismo, custodiados nada menos que por monjas orantes y penitentes del Monasterio Nuestra Señora del Rosario de Fátima. No se si me explico. Hay ideas que no pueden estar en el imaginario colectivo, por lo tanto, son cosas que no pueden de ninguna manera suceder.

En el hipotético caso, de que un médico se robe un pulmón, un riñón o un fragmento de intestino, no puede recibir solo 6 años de prisión, porque su mayor delito no estaría constituído por el enriquecimiento ilícito, su mayor delito se asienta en la deslegitimación de la función pública, con todo lo que eso implica. Yo digo que hagamos un feriado con fecha 12 de junio, y le pongamos Día de la Lucha Ciudadana contra la Corrupción, porque – es cierto – hay cosas que no se pueden olvidar. ¿Si en un país hay niños con hambre, no son equivalentes, el robar y el matar?

Hace unos años fui a dar unas capacitaciones a la Prisión Federal. Le llevé de regalo un libro a un amigo de mi abuela que estaba preso; estaba preso por Delitos de Lesa Humanidad. El me retribuyó el gesto, y en el taller de la penitenciaría me hizo un llavero con mis iniciales. Estuvo preso, hasta que se murió y estuvo preso porque en el cumplimiento de sus funciones deslegitimó la función pública.

Y sí. Deslegitimar la función pública, es un pecado mortal.

No se me acuse de comparar delitos, lo haga o no, ese no es el punto. Solamente digo, que la pertenencia social no puede seguir organizando el futuro de todos y que la deslegitimación de la función pública – en cualquiera de sus formas – debería ser tan infrecuente como una de esas enfermedades raras, en las que hay un caso, en millones de habitantes.

El “Índice de Democracia” es una clasificación hecha por la Unidad de Inteligencia de The Economist, que evalúa a 167 países. Este estudio fue publicado por primera vez en el año 2006. Los resultados se basan en sesenta indicadores que se agrupan en cinco diferentes categorías: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno, participación política y cultura política. En función de estos indicadores, los países obtienen una clasificación: democracia plena, democracia deficiente, régimen híbrido y régimen autoritario. (2)

La democracia por excelencia, es decir, la mejor aplicación de la democracia en el plano de la realidad, según las mediciones de este índice es la de Noruega. En una nota publicada en 2017 por Infobae, Einar Øverbye, profesor de trabajo social en el Colegio Universitario en Ciencias Aplicadas de Oslo y Akershus, expresa que la mayor fortaleza de su país, es su cultura política. Al respecto dice: “Los políticos son percibidos como bienintencionados, sanos y honestos, sin importar su color partidario”. (3)

Aprender de los que han tenido buenos resultados, no nos vuelve menos soberanos. Soberanía no es equivalente a soberbia. No se trata de comparar, tampoco. Noruega tiene 5 millones de habitantes, nosotros 46 millones. Tampoco se trata de desestimarnos por completo: según este índice, nuestro sistema de gobierno, es peor que aquel de 49 países, pero mejor que el sistema de 117.

Las teorías especulares que bien conocemos los psicoanalistas, explican y muy claramente porqué es importante revertir el círculo perceptivo y calificativo de quienes ocupan los puestos públicos. La función pública, es una función demandante y exigente, requiere de voluntad de servicio y predisposición para la resolución cotidiana de problemas complejos, capacidad para la toma de decisiones, ecuanimidad, y honestidad. Si alguien es ecuánime, mentalmente muy hábil, y tiene la capacidad de solucionar problemas complejos, puede tranquilamente dedicarse al poker profesional, acumular una fortuna y no cargar con los problemas de nadie. Si la motivación personal impulsa a un sujeto a ocuparse de la cosa pública, lo esperable sería que tenga el respaldo de la mayoría, y que no exista un ápice de duda sobre su honestidad, así como tampoco sobre su falibilidad.

Los rumores, prejuicios y estereotipos – no obstante – son simplificaciones de la realidad que ayudan al infante a acceder a un conocimiento del mundo. Categorizar la realidad es una necesidad económica del psiquismo. Crecidos los infantes, se esperan elaboraciones más certeras, y sobre todo, silencio, porque el hablar sin conocimiento de causa, genera vicios, produce interacciones reactivas y perjudica severamente el sano diálogo social.

En palabras de Camus, – hombre casi perfecto, si no entramos en detalles, poseedor, además, de un sexappeal irrevocable: “El mal que existe en el mundo proviene casi siempre de la ignorancia, y la buena voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad. Los hombres son más bien buenos que malos […] El vicio más desesperado es el vicio de la ignorancia que cree saberlo todo.

Cuando uno se equivoca muy temprano en la vida y por alguna u otra razón queda expuesto al escarnio público, se enfrenta a tres verdades elementales: 1) los rumores organizan la vida de las sociedades, 2) sean verdaderos o falsos, los rumores, no producen el efecto de la verdad 3) los rumores tienen consecuencias en la vida de los implicados y en su entorno inmediato.

No es esta una defensa a los candidatos de turno. En realidad, no sé muy bien que es lo que es. Podría tratarse de una esperanza, o de una desesperanza, aún no lo se. Un llamado a la reflexión, o un intento de sublimación, tal vez.

No tengo respuestas, solo al gato metido en una caja.

Valga una tristeza y sirva para un final: no es con los errores que se terminan los cuentos, aunque es como en los cuentos que se vive de verdad.

(0)https://youtu.be/_1MICwdQtfUsi=cmvUio0F4LUrd0D1

(1) Supervivencia al desnudo, Discovery Channel, junio 2013. Jay Renfroe, Denise Contis.

(2)https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%8Dndice_de_democracia

(3)https://www.infobae.com/america/mundo/2017/03/26/como-hizo-noruega-para-convertirse-en-el-mejor-entre-los-mejores/

 

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