– VII –
.FELIPE CATALÁN.
Tiempo de Lectura: 8 minutos
“Si en nuestra vida hay muchas pequeñas muertes,
también hay muchos pequeños nacimientos”.
Martin Heidegger
Verá Soledad… la vida es un poco de quien arriesga y descubre un nuevo sentido. Y siempre hay tiempo para ello. A pesar de la edad, hay tiempo.
¿Usted no es de acá?
No, vivo acá desde el 84, ya pasaron como treinta años. Yo vengo de Bolivia. Con mi familia emigramos en esa época; los chicos todavía en edad escolar, de siete, cinco y tres años.
Trajimos una maletita y un colchoncito, después supe que también los españoles vinieron de esa manera, que los italianos, los de Polonia.
Pero yo no escapaba de una guerra, yo vine buscando hacer algo con este sueño que me importaba. Tuve el reto de buscar un nuevo lugar.
Añoraba la arboleda, siempre pensé que mi vida se iba a acabar debajo de un árbol.
Sucedieron estos pequeños accidentes, que capitalizándolos, me permitieron cristalizar el sentido, el motivo. Aprendimos con el tiempo a dialogar con nuestro corazón, sabíamos que lo que hacíamos podía ser el prolegómeno de algo que es mucho más contenido.
Entonces, muñidos de ese poco material, conseguimos una barra endeble que solo servía para ir y no para volver, decididos al cambio, salimos de la zona del confort, buscando una sorpresa en la otra orilla, que estaba desafiándonos constantemente.
Subyacentemente hay un desafío en cada persona, y en cada tiempo.
Yo me puse a reflexionar acerca de cómo era mi vida y si estaba feliz con lo que hacía. Leí algunos libros, fui estudiando e investigando, (como químico industrial) porque soy analista de minerales desde joven.
Debemos preguntarnos si no necesitamos algún otro proyecto, algún otro emprendimiento, que coincida con nuestra esencia.
¿Esa es la carrera que usted había estudiado?
Si, trabajaba incluso en eso, en un laboratorio. Después me di cuenta de que mi vida iba a ser breve y efímera, como el título que le puse a la obra que ganó en el Salón: Efímero y Breve.
Lo que utilizaba para trabajar era de un valor peligrosísimo. Tenía que abrir el frasco de acetato de amonio, ácido sulfúrico, tenía que trabajar con los ácidos clóricos, entonces todos los días ingería vapor.
¿Porqué se vino a vivir a Salta?
Un pequeño accidente. Me estalló un tubo de ensayo porque puse un reactivo en lugar de otro. Puse manganato de potasio, en lugar de permanganato de sodio, por darte un ejemplo, y reaccionó mal porque el ácido no era el que correspondía.
Hice una implosión explosiva en un tubo de ensayo.
Empecé a ver en la precipitación de los líquidos que se consolidaron en la parte de abajo del tubo, una especie de tierra. Conforme venía, bajaban los elementos, los pedazos de materia. Se fueron formando los cerros. Al principio el cerro, después se formó una capillita de iglesia, y luego una casita y salieron caminando algunas personitas del tubo de ensayo.
En las manchas de las paredes, en donde había una pequeña insinuación de mancha, ahí, había un elemento.
Por supuesto no era muy profesional pero lo llamo a mi compañero y le digo ¿Qué ves acá?, y me dice nada. Insisto ¿no ves un pueblito? , “¿Qué pueblito?” – pregunta él. – ¿No ves una iglesia? – ¿Qué iglesia? me dice. – ¿No ves gente caminando? – ¿Gente caminando? ¿Estas bien? me pregunta.
Después viene el jefe y me dice que el trabajo no estaba hecho. Le dije, me pasó esto. Bueno, no hay problema, me dice, pero hay que hacerlo. Mi compañero le comenta: “Mire me pregunta si yo veo un pueblito, o una casita“. Entonces mi jefe me dice ¿Usted está bien? Mañana vaya al médico porque eso le suele suceder a gente que maneja este tipo de elementos. Está enloqueciendo.
Sentí una infinita vergüenza. Y dije yo, a mi edad… a la sazón, tenía una vida hecha, casa, niños, perro, coche, todo.
Me ocurrió el accidente y no me pasó nada, menos mal, pero supe que había una moraleja.
Se abrió en mi algo que en ese momento no pude entender.
Yo nunca había estudiado arte, nunca había visto a nadie pintar, nunca vi a nadie dibujar, pero en ese momento estalló el artista potencial.
Yo estaba anhelando ser niño.
Después descubrí mi cuaderno de tercer año de primaria, donde habían hermosos dibujos, carátulas, pinturas, y digo: esto es. ¿Qué hago con esto?
Entonces …se produjo el éxodo. Una decisión. Hablé con mi esposa, que es valiente. Por eso a ella le atribuyo el valor de todo.
Le dije, quiero buscar otro derrotero, quiero irme a otro lugar y quiero que me acompañes. La gente obviamente le decía, “que se vaya solo y después vuelva, que busque casa y después lleve a su familia.”
¿Porque cree que fue Salta la elección?
Porque yo de joven estuve en Buenos Aires, fui a estudiar un tiempo. Me gustó la Argentina. Me gustó mucho. Pero Buenos Aires me parecía muy alocada, me parecía un hormiguero para quedarme. Entonces dije, muy bien no quiero Buenos Aires pero si la Argentina, la Argentina tiene todo, toda la síntesis geográfica. Es un país, que es un vergel. La tierra más predispuesta a los elementos que genera la tierra, es Argentina. No sé… es el país y va a ser el país, estoy seguro.
Entonces nos vinimos. Llegamos un verano al centro de la plaza, y lo disfrutamos. No hemos tenido un verano allá de la magnitud de este verano de Salta y sentimos que era el lugar.
La intuición, empezó a desarrollarse.
Salimos del hogar, de la situación holgada económicamente que teníamos y empezamos de cero. No se imagina el derecho de piso que pagamos, toda una novela.
Pasaron cosas muy interesantes.
El primer trabajo importante que hice fue en la Trattoría Mamma Mía, en la Virrey Toledo. Lo cambié por comida; un mes entero de comida. Ese mural fue el primero, y por él supe, que podía trabajar y hacer de artista.
La gente nos decía, “ustedes son muchos, son como los conejos“. Muchos nos decían conejos y empezamos a diseñar conejos.
Empecé a trabajar de publicidad… usando los conejos que habíamos diseñado. Una empresa explotó esa idea de los conejos, eran como dibujos animados y fue un éxito.
Canal 11 me invitó a trabajar en el departamento de publicidad y trabajé durante 5 años. Pensé que el cambio era ese.
Pero yo tenía una materia pendiente. Lo que yo había atrapado en esta capacidad de visualizar tenía que ver con una escuela, una escuela intuitiva; una escuela de la creatividad.
Fui investigando acerca de la capacidad lúdica, la conducta de los niños, la alegría que produce la producción del garabato, los hemisferios derechos e izquierdos y la neurogénesis; la neurociencia y el nacimiento de las ideas. Leo mucho.
¿De donde viene el gusto por leer? ¿O la necesidad de donde surge?
Empecé a leer cuando tenía que muñirme de información, y hablar con propiedad, sino era difícil ser creíble. Mi forma de pensar era empírica, no tenía fundamento. Y cuando empecé a leer pude superar mis temores.
En la vida… usted no sabe si debe levantar parapetos o construir molinos… pero sabe que van a haber vientos.
Me sentí joven. Siempre me sentí joven.
En aquel momento, en Salta se estaba trabajando mucho en porcelana. Había talleres suntuosos de porcelanistas, invitaban a orientales famosos… que exponían sus platos de porcelana… Era un espectáculo. A mi me llamaba mucho la atención el movimiento manual, la capacidad creadora cuando las dos manos se mueven. Ahí están conectados los dos hemisferios.
Los niños antes de los 12 años no están adoctrinados, son sueltos, libres, felices, creadores por naturaleza. En la escuela todo se hecha a perder.
Empecé a ver qué pasaba si no miraba… dejándome llevar por mi intuición, mi imaginación.
Esto es divagar, es enloquecer. “Un hombre tiene que tener un poco de locura todos los días para ser feliz”. El principio surge de esto, después voy especulando, de tal manera que todos los movimientos son insólitos, acá no hay movimientos racionales.
(Me va mostrando como trabaja, como es ese proceso intuitivo.)
Yo no podría hacer retratos, porque en el retrato está en juego el hemisferio izquierdo que cuantifica, proporciona, matematiza, ecualiza un rostro perfecto para que sea bello. Ahí se conocen las frustraciones. Si a usted le piden un retrato y no se parecen… usted cae en una frustración de sentir que no sabe dibujar. Ese es el primer punto que hace que una persona escape del arte.
El método que yo uso es rápido, intuitivo y divertido, permite unir elementos… Esto sirvió para sentar las bases de mi escuela, una escuela diferente.
Cuando los porcelanistas me invitan a una charla, les digo primero con acuarelas. La pintura en porcelana es bella pero es cuantiosa, suntuosa y cara. Yo les propongo algo más económico y más inocuo. Se trata de la creación con acuarelas.
Descubrí las acuarelas en un libro que le manda Van Gogh a su hermano Theo, en donde le dice que él no se atrevía a las acuarelas, porque las acuarelas le parecían diabólicas.
Los que venimos de las tierras altas, pensamos que lo diabólico y lo angelical están en pleno movimiento… asique yo pensé ¿Qué de endemoniada puede tener la acuarela?
Las acuarelas me dieron cielos hermosos, ríos con movimientos. Una mancha me da la lejanía de la tierra y se junta con la tierra, aparece el viento. Una locura pintar acuarelas. Usted siente como que está pintando la verdadera naturaleza. Yo quiero pintar el viento, la brisa, el rocío de la mañana, quiero pintar cielos con movimientos… no cielos calmos.
Estoy jugando a ser el creador, como si fuera un pequeño dios.
Aparece, como si se acoplara a mi deseo, el movimiento de los colores. Me deja completamente satisfecho de haber logrado un horizonte, y pienso en el pez que busca agua fría y que se remonta en contra la corriente. Creo que es el salmón.
Siempre con las dos manos trabajo, como los niños… que no saben, pero saben que tienen que moverse. Yo charlo conmigo mismo, como si tuviera un duende dentro de mí.
Las acuarelas son absolutamente lúdicas.
Muevo mis manos y aparecen casas, chicos… otro tipo de cielos. Si uno aprende a hacer de esta manera, la diferencia es que uno ve crecer el árbol… usted es el que hace crecer los árboles. ¿Cómo no va a ser emocionante?… ¿Cómo no va a darle a uno la alegría de sentirse creador?
Los suelos exudan, respiran, la yerba crece, las plantas se desarrollan, el cielo los acompaña.
Condición sin equa-non es hacerse niños y eso es lo que busco con mis alumnos. Que todos se hagan creaturas y se animen a jugar. Es necesario salir del pensamiento.
Las puntas de los dedos, son fuente de disfrute para los chicos.
Aparece una técnica, uno pone el color y mueve las manos, y va generando figuras, si las mueve de diferente manera, genera otra cosa.
En una entrevista le preguntaron a Micheal Jordan: “¿Cómo puede estar tan calmo y tan tranquilo antes de encestar?” Y el cuenta que su entrenador les trajo una deidad del Tibet y les enseñó a pensar que ellos mismos se convertían en pelota. Eso es la transfiguración. Entonces, dice: “cuando yo viajo como pelota, no puedo fallar”.
Aprendí que los niños son felices cuando juegan con cosas chiquitas… y trabajo con eso. Los garabatos se transforman en imágenes, en formas, en figuras. No a través de un procedimiento racional sino meramente intuitivo y sensible. Lo que sale no es un dibujo, es una historia.
¿Y usted dónde trabaja actualmente?
Viajo a Tucumán hace 25 años, enseño y vivo de esto. Me cuesta porque la gente está tan endurecida. Han puesto caparazones y cuesta encontrar al niño. Me hace pensar en aquellos versos:
Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar.
La hiciste para los niños,
yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad;
vuélveme a la edad aquella
en que vivir es soñar.
Tenemos que desarrollar la inteligencia intuitiva, la imaginativa y la kinestésica. El “no – importismo”, inventar maquinarias para uno poder sentirse niño a pesar de ser grande.
¿Que me puede contar de su propia infancia?.
Uno puede hablar con su corazón, uno puede dialogar, puede identificar; hay pautas y coordenadas de lo que le pasa. No somos huérfanos de pensamiento.
De niño era feliz cuando dibujaba. Caló muy hondo en mí la muerte de mis hermanitos. Mis dos hermanitos murieron, con quienes yo jugaba. Añoraba ver a mis hermanos. El chamán del pueblo me decía que prepare tumbas con juguetes de masapan, y telas de colores. Tendría 8 años cuando ellos murieron.
El otro detonante en mi vida, creo que fue cuando salí del laboratorio con esta experiencia y todo el mundo me decía “Estás loco”. Eso fue muy duro para mí.
¿Como es su relación con lo religioso?
Soy muy agradecido a Dios. Pero no practico un rito, no voy a misa. En mis clases invito a armar una plegaria para nuestro creador… y cada quien puede darle el nombre que quiere.
Creo que sin importar la creencia que cada uno tenga, encontrarse a sí mismo, es el propósito de vida de cualquier ser humano, sin importar la edad.
Así como es ese el propósito, el primer temor es el de la muerte. Pero si uno se lanza de la cornisa, no se revienta como un huevo o un zapallo, porque a medida que va cayendo, le van creciendo las alitas.
Verá Felipe, conversar con usted, fue una experiencia inolvidable.