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Leher a Lacan
diciembre 19, 2020|Capiton(é)Filosofía y PsicoanálisisLeher a Lacan

Leher a Lacan

Tiempo de lectura: 4 minutos

Nuevamente miró a su amado con desmayados ojos y, arrojándose al mar, sintió como su cuerpo, se disolvía en espuma.

La sirenita, Hans Christian Andersen

La báscula del deseo II

Ahora sí, las fichas sobre el tablero.

Matthew Maury, nacido en 1806, fue un estudioso de los mares y un experto navegante. Según se lee en sus datos biográficos, en una oportunidad, estando enfermo en su casa, oyó a su hijo leer la Biblia. El Salmo rezaba: “¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta? Pues lo hiciste poco menos que un dios, y lo coronaste de gloria y de honra: lo entronizaste sobre la obra de tus manos, todo lo sometiste a su dominio; todas las ovejas, todos los bueyes, todos los animales del campo, las aves del cielo, los peces, y todo lo que surca los senderos del mar.” Al escuchar esto de los senderos del mar, pensó que estos realmente debían existir. En ese mismo momento, decidió que los buscaría hasta encontrarlos.

Y eso hizo.

Maury encontró las corrientes marítimas y dedicó su vida al estudio de los mares. En 1855, publicó el primer libro sobre oceanografía; la geografía física del mar. La corrientes marítimas, se diferencian del caudal total de las aguas oceánicas. Por diferencias en su temperatura y salinidad, estas corrientes se constituyen como verdaderos ríos bajo del mar.

No hay imagen que me parezca más apropiada para explicar la función de desconocimiento del yo: invisibles las fronteras, idéntica la sustancia, yo e inconsciente se diferencian en dirección y temporalidad, logrando con ello modificaciones significativas en el modo de comportamiento de aquello de lo que están hechos.

Cuando era niña, pensaba que yo también necesitaba meter los dedos en el costado sangrante de Cristo. Mientras escuchaba a los sacerdotes o a mis maestras, relatar los acontecimientos de la Semana Santa, me preguntaba año tras año, sin cambiar la pregunta, porque Jesús – que era Dios – no daba pruebas de su poder. Siendo Dios, podía, de un salto mortal, bajarse de la cruz, y provocar, en su descenso, un círculo de potente luz que obligara a arrodillarse en arrepentimiento, a todas las almas pecadoras e injuriantes. No me entraba en la cabeza, que no de prueba de su verdad, y anule toda duda.

¿A qué venía esto? Ah sí. Bueno, a eso. Si esta vida garantizara un final feliz, o un recorrido libre de desencantos, mucho de lo que de ella importa más, se vería seriamente comprometido: la adrenalina de los riesgos, la tensión de una elección, los aciertos, los errores, las pérdidas, la emoción de un logro, el encuentro con lo imposible, y con lo posible. De ahí que la Sirenita se vuelva espuma, Jesucristo se deje matar, y Lacan se resista a desarrollos teóricos lineales.

Así como el ADN atenta contra el valor simbólico de la paternidad, del mismo modo, dinamitan el valor simbólico de un discurso, las explicaciones y las demostraciones.

La tensión dramática de la vida, está en los intersticios de la palabra. Aunque sea también por estos intersticios que se escapen las perdices.

Perdón, vuelvo a las fichas sobre el tablero.

Lacan desarrolla en esta clase, la función de desconocimiento del yo, su origen especular e imaginario y el advenimiento del deseo a partir de un movimiento de báscula entre el infante y su semejante. Como en otras oportunidades, me resultan comprensibles los conceptos pero no igualmente accesibles, las relaciones entre ellos.

La función de desconocimiento del yo, nos dice Lacan, representa cierta organización de afirmaciones y negaciones a las que está apegado el sujeto. (Afirmaciones y negaciones, a las que nos hemos referido anteriormente a partir de los juicios de atribución y de existencia que desarrolló Freud). El análisis, es el espacio donde la ignorancia empieza a construirse.

En una relación inversamente proporcional también se constituye la verdad.

Lacan define el conocimiento del yo como una coaptación imaginaria. Coaptar es un término médico que indica “la acción de colocar en sus posiciones naturales los fragmentos de un hueso fracturado o de restituir en su sitio un hueso dislocado“. En un empleo más general sería, la acción de proporcionar, ajustar o hacer que convenga algo con otra cosa.

Lacan usa este término entonces, para explicar como la constitución del yo, exige unificar la imagen fragmentada, en un todo organizado, para lo que el niño se vale de la imagen del otro – del otro especular, o del semejante.

El cuerpo es entonces, el primer deseo.

Hay un momento en el cual se produce para el niño, a través de la mediación de la imagen del otro, la asunción jubilatoria de un dominio que aún no ha alcanzado“. Esto es, el niño intuye su totalidad, se aprende como cuerpo, aún sin ejercer pleno dominio de sí: “… se aprende como cuerpo, en los intercambios con el otro y aprende también a reconocer en el otro lo que está en el, en estado de puro deseo, deseo originario, confuso”.

Así la rivalidad imaginaria existe y se presenta en tanto es el otro, el lugar, el espacio, en donde el sujeto reconoce su deseo.

Lacan lo dice de esta manera: “Cada vez que en el otro surge algo que permite al sujeto volver a proyectar la imagen del ideal del yo, cada vez que de modo analógico vuelve a producirse la asunción jubilatoria del estadio del espejo, cada vez que el sujeto es cautivado por uno de sus semejantes, el deseo retorna al sujeto”.

En fotografía, la imagen analógica, tiene sus valores de luz invertidos respecto a la captura original de la imagen, por lo cual se conoce a la película tratada, como negativo. Me pregunto acerca del alcance que tiene para Lacan, explicar las cosas de este modo… de este modo analógico.

En esta clase, L. pasa de la función de desconocimiento del yo, al conocimiento del yo como coaptación imaginaria, y de este conocimiento a la aprehensión del deseo en tanto deseo del otro, y de esta noción esencial a la noción del masoquismo primordial y su relación con la constitución del símbolo y el mundo de la negatividad.

El genio no se adapta y debe.

Para finalizar me quedo con esta pregunta: “Mientras el sujeto acomoda su deseo en presencia del otro se produce en el plano de lo imaginario, esa oscilación del espejo que permite que cosas imaginarias y reales que para el habitualmente no suelen coexistir se encuentren simultáneamente“.

Falta menos para terminar lo que empiezo.

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De ovnis, credos y oposiciones.
abril 17, 2020|Capiton(é)Filosofía y Psicoanálisis

De ovnis, credos y oposiciones.

De ovnis, credos y oposiciones.
Tiempo de lectura: 4 minutos

And I don’t believe in the existence of angels
But looking at you I wonder if that’s true.

Nick Cave and the Bad Seeds, Into my arms.

“Love is a continual interrogation. I don’t know of a better definition of love.”

Milan Kundera, The book of laughter and forgetting

Un sueño, me dio una respuesta: el amor, es un ojo de pájaro. Y es también un ojo de pez.

Hace no mucho tiempo, conversaba con mis hijos, sobre la existencia de dios. Uno de ellos me dijo que creía y no creía a la vez. “Creo pero no creo que creo, o sé que no creo pero creo que si creo”. Algo así fue su respuesta, un tanto enredada.

Leí alguna vez, que la fe, no es otra cosa que tener el coraje de sostener esa duda. (*)

El no sabe si cree o no cree en dios. Yo no dudo, y creo. ¿En dios?

No.

Yo creo en mi niño.

Es difícil educar, y enseñar ciertas cosas sin un marco religioso. Es difícil para mí, al menos, que crecí en una familia religiosa. La fe explica por sí sola, lo que de otra manera es inexplicable y obedece a misterios insondables. Un marco religioso, vuelve más fácil la tarea. Sin embargo, la fe no puede fingirse, ni se transmite por intención. La fe se transmite como creencia, o no se transmite y mi fe, está en otro lado.

Mi fe, está en las personas, que en todo caso, son las que guardan el espíritu del mentado dios. No hay religión que en sus fundamentos lleve implícita la condición del mal, y quizás todas lleven de manera explícita, la noción del bien. Todas las religiones quieren el bien de los hombres y mujeres. Todas las religiones buscan y desean el bienestar de los niños. Lo que varía, en todo caso, es la noción misma del bien.

Me gusta la humanidad, lo esencialmente humano. Lo sensible, los lenguajes del cuerpo. Me gusta la palabra, en búsqueda de su verdad. La palabra errante, siempre derivante. Como esta última palabra que me dice cosas, aunque no esté en ningún diccionario. La palabra sabe adaptarse a la búsqueda, sin pensar que por ello, ha llegado a un destino final; hace de sus intentos magia y reconoce su imposibilidad.

No tengo otra fe, ni profeso religión. Es esta vida la que realmente me importa. Si hay un más allá o no, si mi espíritu es parte de un todo universal o si se irá al infierno por estas ideas paganas, no lo sé. No siento el infierno, ni siquiera siento el mal.

Pertenecer a una religión, ofrece un privilegio, el privilegio de ser parte de algo, de compartir con otros un lazo, un lazo que une en la certeza y la fe. Sin embargo, las religiones no hablan solamente de nuestras creencias, sino de nuestra pertenencia a una comunidad, a una región, incluso a una cultura. Digo cosas obvias, lo sé. Solo para dejar escrito, que nos es más fácil identificarnos con un grupo que identificarnos con una totalidad.

En rigor de verdad, si nos despojamos de aquello que nos ha nombrado, si nos atreviéramos a un segundo nacimiento como proponía Heidegger, nos encontraríamos – probablemente – con un interrogante siempre enigmático, más que con un convencimiento religioso. Una desidentificación en el amplio sentido del término. Un segundo nacimiento, pone en suspenso todas nuestras nominaciones.

No se si exista vida más allá de la Tierra. Digo… vidas similares a las nuestras, con nuestros mismos miedos, nuestras mismas pequeñeces. Si existieran en otros mundos, otros seres pensantes, un buen favor nos harían de aparecerse por aquí, porque solo entonces, quizás podamos ser “uno”, un solo grupo, una sola fuerza.

Nosotros, los humanos de la Tierra.

Nuestras nociones de conjunto se forman en relación a otros términos, de la misma manera que lo hacen nuestras palabras. Es en oposición a otros términos que unimos o separamos, armamos conjuntos y categorías, es por oposición de términos, que accedemos a la realidad y nos relacionamos con ella: los católicos, los judíos, los musulmanes, los budistas, los hombres, las mujeres, los pobres, los ricos, los normales, los desviados, los jóvenes, los viejos, los capitalistas y sus contrarios.

Si nos visitaran otros seres razonantes, seres con dos cabezas en lugar de una, que hablen pero por los ojos, y tengan plumas en lugar de pelo, entonces se nos facilitaría la noción de grupo. Si nos atacan, mucho mejor. Si nos atacan, nos convertimos en un grupo seguro. O casi seguro. Quizás nos dividen otra vez.

Existe una relación directamente proporcional entre nuestra lucidez intelectual y lo inflexible de nuestra terquedad, necesitamos de la tragedia para aprender, pero además, tenemos pésima memoria.

No es que de repente me haya puesto nostálgica de alguna unidad perdida. Pienso que quizás, nos necesitamos como grupo para resolver nuestros problemas ambientales, así como nos necesitamos como grupo para enfrentar esta pandemia, o cualquier otra que se nos presente. Nos necesitamos como grupo para resolver nuestro problema demográfico, y las consecuencias que tiene para la naturaleza, para nosotros, y para las demás especies.

Dicen que si el corazón no ve, los ojos no sienten. No.. al revés, ja, pero me gusta ese equívoco… Es necesario sentir, para que el corazón se entere… los problemas demográficos verdaderamente existen. Este virus, nos despierta del letargo, aún así, seguimos preocupados por la economía, y está bien, pero… ¿Qué economía?

No sé, yo vivo en una nube conceptual, y la disfruto, pero si creo en lo que escucho, tengo que preocuparme un poco.

Hace unos días, antes de empezar a escribir este texto, y en el intento de enseñar a mis niños esas cosas que considero importantes, les envié un mensaje con un listado de valores. El listado era el siguiente: amor, paz, respeto, humildad, lealtad, responsabilidad, honestidad, sensibilidad, amabilidad, naturaleza, diversidad, amistad, solidaridad, bien común, gratitud, confianza, paciencia, empatía y perdón.(*) Les pedí que elijan uno, entre todos ellos y que me envíen su respuesta. Lo primero que hicieron, por supuesto, fue ignorar mi mensaje. Ja. Pero bueno… ese es otro tema.

El caso es que después de insistir, me llegó su respuesta. Naturaleza, mamá. Naturaleza. Los tres, me respondieron lo mismo. Ellos no saben, todavía, que sin copiarse, también coinciden.

(*) Søren Kierkegaard

(*) Listado tomado del libro de los valores de Camila Alonso

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