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Leher a Lacan
diciembre 3, 2020|Capiton(é)Filosofía y PsicoanálisisLeher a Lacan

Leher a Lacan

Leher a Lacan
Tiempo de lectura: 5 minutos

“No se cual es la cara que me mira cuando miro la cara del espejo, no se que anciano acecha en su reflejo, con silenciosa y ya cansada ira pienso que si pudiera ver mi cara sabría quien soy en esta tarde rara” – Un Ciego.

Soy el que sabe que no es menos vano que el vano observador que en el espejo de silencio y cristal sigue el reflejo, o el cuerpo (da lo mismo) del hermano“. – Soy.

“Creo en el alba oír un atareado rumor de multitudes que se alejan; son lo que me ha querido y olvidado; espacio, tiempo y Borges ya me dejan”. – Límites.

Jorge Luis Borges

La tópica de lo imaginario. (VII – XII)

Hace unos días atrás, tuve un sueño de esos que me sorprenden. Durante el día había estado batallando con los capítulos de este segundo tercio del Seminario, intentando decir algo sobre ellos, pero sin decir nada. Recurrí a Borges, que con belleza y lucidez da cuenta de ese saber que no se sabe. Leí algunos poemas, algunas entrevistas, y ese cuento.

Me desperté alrededor de las dos de la mañana, con taquicardia y cierta sensación de cansancio. Entonces recordé el sueño: una, que era yo, me miraba a mí, la que soñaba, pero no soñaba que soñaba sino que envejecía, ante la mirada entre risueña y perpleja de esa que fui o soy o quiero ser; es decir, yo misma, aún joven. La que miraba, me veía y la que soñaba, sentía. Sentía el temblor de la vejez, y un corazón cansado. Volví del sueño como quien resucita, inspiré profundo para encontrarme de nuevo con la vida.

Mi sueño comprende a Lacan, bastante mejor de lo que puedo yo, explicar sus experimentos.

Por otro lado resulta evidente: el inconsciente, es el Otro.

De mi abuelo materno, tengo un solo recuerdo: abría su valija después de un viaje y sacaba de ella mi regalo: un vestido blanco, con frutas de colores y vuelitos en las mangas. No recuerdo el momento que por lógica le sigue a éste, el momento en que gira sobre su izquierda y me lo entrega. Lo propio del recuerdo, es la fugacidad.

Lo aislado y evanescente de esta escena, me hace pensar que la memoria se asienta sobre la realidad material, o así parece. Un objeto es siempre polizón del pasado.

Amar, no es mirarse tiernamente a los ojos, es mirar juntos en una misma dirección“. Eso recuerda mi madre, que el decía. No se si mi abuelo estaba en lo cierto o estaba equivocado, solo siento – como Kundera – que el amor no puede ser otra cosa que una continua interrogación.

Sé que cuando amé, supe o sentí que no necesitaba explicarme. Las palabras, me eran innecesarias. Podía permanecer ahí, al lado de ese hombre, sin necesidad de decir nada. Lacan me recuerda que en vano sufrí: “la estricta equivalencia entre objeto e ideal del yo en la relación amorosa, es una de las nociones más fundamentales de la obra de Freud. En la carga amorosa el objeto amado equivale, estrictamente, debido a la captación del sujeto que opera, al ideal del yo.”

Captar, dice el diccionario, es percibir con los sentidos lo que sucede alrededor.

Lacan y Freud hablan sobre narcisismo, yo prefiero hablar del amor. Yo quiero hablar de amor, como de amor hablan los poetas, pero la belleza del amor, no está en otro lado sino en su bondad. Es decir, en lo que es, y no en su ilusión de ser. Lo cierto es que para poder vivirlo es preciso teorizarlo un poco.

La noción de narcisismo tal como la trabaja Lacan en este primer seminario, da lugar a dos grandes temas. Por un lado, la constitución psíquica en sí misma y por otro lado, al amor en tanto fenómeno imaginario.

Si tuviera que nominarme de algún modo, preferiría el minimalismo al coleccionismo. Sin embargo, siempre coleccioné alguna cosa: hojitas de carta, estampitas de comunión, envoltorios de chocolates, llaveritos, números de patentes, siglas, documentos, citas y bueno… sacrificios. Me doy cuenta, mientras escribo, que lo que no me gusta es la palabra misma “coleccionar”. Ahora reúno definiciones sobre el amor, y aunque me queje de mí, este hábito, resulta funcional a este escrito y a mi profesión.

Entre mis definiciones reunidas, es ésta la más triste: “El amor es un fenómeno que ocurre a nivel de lo imaginario y que provoca una verdadera subducción de lo simbólico, algo así como una anulación, una perturbación de la función del ideal del yo“. ¿Quién quiere una definición como esta pudiendo, por ejemplo, definir al amor como un compromiso con la eternidad*? No es acaso la mejor de las esperanzas el confiar en que – como escribe Paul Auster – solo el amor, puede detener la caída de un hombre?

Lacan va desarrollando su experimento del ramillete y a medida que se va por las ramas, nos va alejando de su punto, el punto al que quiere llegar. Hypolitte, alumno aplicado del seminario, le pone un poco de presión, lo apura un poco. Le dice algo así como “Si si, todo muy lindo, pero adonde vamos?” Su interrogante, es muy concreto. “¿Cuál es el juego de correspondencias entre el objeto real, las flores, la imagen real, la imagen virtual, el ojo real y el ojo virtual? Comencemos por el objeto real: ¿qué representan para usted las flores reales? Le exige claridad, alguien tenía que hacerlo.

Lacan responde lo siguiente: “Para fijar las ideas, podemos dar a la imagen real, cuya función es la de contener y al mismo tiempo, excluir cierto número de objetos reales, la significación de los límites del yo. Pero, si ustedes dan determinada función a un elemento del modelo tal otro asumirá entonces necesariamente tal otra función. Aquí no se trata más que del uso de relaciones“. Y agrega: “Ya que usted fue quien tuvo la amabilidad de acosarme hoy, no veo por qué no comenzar recordando el tema hegeliano fundamental: el deseo del hombre es el deseo del otro“.

Hypolitte se toma también el trabajo de practicar él mismo el experimento, de ponerlo a prueba para poder comprender. También yo quiero hacerlo. Quizás en París se consigan espejos cóncavos así como así, lo que es aquí y ahora, si buscamos “Espejos cóncavos” en Mercado Libre, lo que encontramos es un Long Play del año 83, de Roberto Carlos, llamado “Cóncavo y convexo”. Si nos dejamos llevar por la curiosidad, encontramos la canción del mismo nombre que dice así: “cada parte de ti, tiene forma ideal y si estas junto a mí coincidencia total de cóncavo y convexo, así es nuestro amor… en el sexo“. Esta explicitación es medio graciosa, pero está bastante bien; sabemos que el inconsciente desmiente la biología, así como el viento desmiente la ausencia… Sobre este último punto, bien valdría escribir miles de páginas vacías.

Entre inseguro y culposo Lacan se explica. Explica las razones por las que dice las cosas de una determinada manera, y no de otra. Quizás es un estratega, no olvidemos que no deja de llamar sesiones a sus clases. Todo puede ser. No por nada, es justo en este capítulo que se desdobla para hablar de sí mismo. “Volvemos a encontrar también aquí el clásico estadio del espejo de Jacques Lacan”.

Es así, en boca de otro, nadie se pertenece.

Ahí donde el lenguaje solo acierta deviniendo poesía, Lacan falla como teórico. No obstante, sus intentos son tan válidos como ineludibles, no por confusos menos necesarios.

No voy a claudicar en el intento de comprender cabalmente el experimento del ramillete, pienso que Lacan no se equivoca al emplearlo, sino que no es claro al explicarlo. Me parece que peca de ansioso. Va de a partes, y no es sencillo vislumbrar el final. Nos dice: “Aún no les he enseñado porqué el analista se encuentra en el lugar de la imagen virtual. El día que hayan comprendido porqué el analista se encuentra allí, habrán comprendido casi todo lo que ocurre en el análisis“.

*Vergilio Ferreira

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Leher a Lacan
noviembre 3, 2020|Capiton(é)Filosofía y PsicoanálisisLeher a Lacan

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Tiempo de lectura: < 1 minuto

Los dos narcisismos. Clase X

Ideal del yo y yo ideal. Clase XI

Zeitlich – Entwickelungsgeschichte. Clase XII

Las clases dictadas por Lacan el 17, 24 y 31 de marzo, junto a la dictada el 7 de abril de 1954, están íntimamente ligadas. En todas las clases, se trabajan conceptos desarrollados por Freud en Introducción al Narcisismo.

Los conceptos en sí, encierran cierta complejidad de manera aislada, y al concatenarse dan cuenta de un constructo teórico cada vez más amplio y más complejo. Lacan desarrolla la noción de narcisismo (de ambos narcisismos), la diferenciación freudiana entre ideal del yo y yo ideal, la constitución del registro de lo imaginario, y la comprensión que de estos conceptos podemos adquirir a partir de sus ejercicios de óptica geométrica.

Después de leer los textos, se me abren distintas posibilidades de trabajo: podría realizar una crítica constructiva, señalar aquellas fisuras en el texto, podría también apuntar sobre ciertos pasajes en donde Lacan pareciera querer decir algo. Podría quizás, explicar los conceptos a partir de una nueva organización del texto, de un modo “universitario”. Podría trazar paralelismos entre lo que sucede a nivel imaginario en las distintas especies, oponer términos otra vez. Podría trabajar con Borges, que todo el tiempo conversa con el otro que es el mismo.

Podría querer, pero no quiero.

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Leher a Lacan
octubre 15, 2020|Capiton(é)Filosofía y PsicoanálisisLeher a Lacan

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Tiempo de lectura: 7 minutos

Los escritos técnicos de Freud.

Los dos narcisismos.

“Tu Arurú, creaste a Gilgamesh; crea ahora a su igual, deja que luche con Gilgamesh tanto como lo desee. Deja que sean contendientes, para que Uruk, pueda encontrar la paz. Arurú, al escuchar esto concibió en su corazón un guerrero a la imagen de Anú. Arurú se lavó las manos, tomó algo de arcilla y escupió en ella. Así moldeó a Enkidú.

La Epopeya de Gilgamesh.

Esta vez sí que es hueso de mis huesos, y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada.”

Biblia de Jerusalén

Narciso llegará a ser muy viejo, mientras no se conozca a sí mismo.

Tiresias a Liríope, Narciso

Tengo un caballo dentro de mí que raramente se ex­presa. Pero cuando veo a otro caballo entonces el mío se expresa. Su forma habla.

Clarice Lispector

Pensé que trazar una línea del tiempo, me ayudaría a no morir de ansiedad, asique eso hice: una línea de tiempo bibliográfica. Empieza con la Epopeya de Gilgamesh, escrita entre el 2500 y el 2000 a.C. Esta epopeya, narrada en escritura cuneiforme sobre tablas de arcilla, es una de las primeras ficciones que llegan a nosotros. Según cuentan, cuando George Smith, logró traducir el texto, salió extasiado del interior del Museo Británico y corriendo por todos lados, empezó a desvestirse.

Estamos acostumbrados a pensar el tiempo en siglos, pero quizás sea más plausible el pensarlo en días: 10 días, 100 días, 1000 días, 1.000.000 de días. No sé.. una idea de mi niño, que siempre tiene preguntas intrigantes. La historia de Gilgamesh se escribió hace más o menos, un millón seiscientos cuarenta y nueve mil, ochocientos días. (1.649.800 días).

No sé porque, pero un millón de días empiezan a parecerme menos, que cuatro milenios.

Más cuantiosos son los seres humanos que habitan, y habitaron la Tierra. Según el Population Reference Bureau, somos actualmente, 7.700 millones. Sin embargo, el número de muertos supera en gran cantidad al número de vivos: alrededor de 107.000 millones de personas vivieron alguna vez. Esto quiere decir, que hay aproximadamente, 15 personas muertas por cada una con vida. (BBC News/Mundo ¿Hay más vivos o muertos?, Wesley Stephenson, 05/02/12)

El caso es que mi línea del tiempo, empieza con Gilgamesh, y termina con Lacan. Lacan me mantiene ocupada, a él hay que descifrarlo como si fuera un jeroglífico. A veces pienso, ¿porqué le dedico tanto tiempo a este hombre? Respondo mi pregunta en acto: vuelvo, simplemente vuelvo.

Ahora, me pregunto: ¿Es bueno o no es bueno, tener un lugar al que volver?

Mirando las cosas con una perspectiva optimista, más vinculada al deseo que a la desesperación, Lacan se conmueve en esta clase por los esfuerzos que encuentra en Freud al llevar adelante su investigación sobre el narcisismo; esto es, en medio de la guerra.

Es así, el deseo expresa su determinación.

Plantea, además que el desarrollo de Metamorfosis de la libido escrito por Jung en 1912, e Introducción al narcisismo, dejan asentadas de manera definitiva, las diferencias irreconciliables entre Freud y Jung. En este capítulo Lacan trabaja sobre estas diferencias.

Dice Aristóteles en algún lugar, que la mente o el alma, es en cierto modo, todas las cosas. No sé si Aristóteles dijo exactamente estas palabras, si quiso equiparar conceptos, para dejar así, escrito un entendimiento; o si es el resultado de una traducción ilegítima. No recuerdo tampoco, las concepciones aristotélicas del alma. Si me dedico a estudiar el tema, pierdo el tiempo mientras lo gano, y gano el tiempo mientras lo pierdo. Porque sí… porque así de difícil, es ser un mortal.

Me quedo entonces con esta cita supuestamente aristotélica, de fuente desconocida, que utiliza sinónimos donde otros descartamos términos. Me quedo con ella porque en pocas palabras y sin pretensiones, revela la complejidad inefable de la vida.

Imagino a Freud y a Jung conversando en la cubierta de un barco. Fuman habanos, y miran la hora en un reloj de bolsillo, comentan acerca de las bondades del clima, y analizan sus sueños. Se defienden el uno del otro, se resisten a ceder. Ya no se trata de un mero desacuerdo teórico. Lo que está en juego, es una relación con la verdad.

Tenía 7 años, cuando me enamoré por primera vez. Conocí al joven de mis ensueños, en la escuela parroquial a la que iba cuando era niña. Lo veía a la salida, sentado en las escalinatas de la iglesia, comiendo semillitas de girasol, o apretando un juguito congelado de esos de bolsita. No voy a dar detalles de mi ensoñación porque de tan ideal, era un poco ridícula. Solo voy a decir, que incluía un caballo blanco, un acto heroico, y un beso en la mano izquierda. Leer a Freud, fue una granada explotando sobre mi inocencia.

Si el velo es otra piel, más vale ser cuidadoso. Habría que ver si ser cuidadoso, es arrancarlo de un solo tirón, o ir de a poquito, con una cautela suprema. No queda opción para quien es analista, y siempre se trata, como diría Nietzsche, de cuanta verdad somos capaces de tolerar.

Todo esfuerzo teórico, obedece a una necesidad, como la palabra misma, que ha de decirse o callarse, obedeciendo también a alguna necesidad. El silencio es, en si mismo, consustancial a la palabra. Igualmente innecesarios – palabra y silencio – en la muerte, la soledad y el sueño. En estas cosas pienso, cuando imagino a Jung y a Freud, conversando en ese barco.

La elaboración de Freud, tiende a la sincronía, la de Jung, en cambio necesitó del tiempo. A priori, y sin conocer demasiado a Jung, intuyo esta necesidad como una defensa. El corte freudiano, su incisión, es la anti poesía.

Dice Paul Eluard “El amor está en el mundo, para el olvido del mundo”. Lo mismo la poesía, pienso yo.

Lo que Freud devela, es algo siniestro. No, no es que a mi me resulte siniestro, es que lo es. Hay más horror en las teorías freudianas, que en la más cruenta intervención quirúrgica. Esto ¿porqué? Bueno.. soy algo intransigente al decirlo, pero no tanto como para dar una respuesta.

Intuyo que nadie que puede leer, sale indemne de ciertas aprehensiones, ni Freud, ni Jung, ni nadie.

En esta clase del Seminario, Lacan comenta acerca de cómo para Freud se trataba de elaborar proposiciones teóricas muy precisas, mientras que las elaboraciones de Jung carecían de esta cualidad. Dice Lacan “Freud – muy apegado a elaborar, a partir de la experiencia, mecanismos sumamente precisos, siempre preocupado por su referencia empírica – percibe que la teoría analítica se transforma en Jung, en un vasto panteísmo psíquico, en una serie de esferas imaginarias que se envuelven unas a otras, que conducen a una clasificación general de contenidos, los acontecimientos, la Erlebnis (experiencia) de la vida individual, y por último a lo que Jung llama los arquetipos”.

No seguimos a Freud, lo acompañamos“, dice Lacan.

¿Qué aprendemos cuando acompañamos? Vemos otra cosa, distinta a la que ve el investigador mismo. Si acompañamos, vemos el trayecto, la huella, un recorrido y la intención, vemos el cansancio, las inseguridades y las dudas, vemos la emoción de la convergencia o la resolución. Vemos al hombre en el continuo devenir de su quehacer. No es lo mismo, seguir que acompañar. Acompañar es observar las manifestaciones de un mundo invisible. Si acompañáramos a Tiger Woods, a lo largo de toda una jornada, podríamos quizás comprender cuales son las verdaderas razones por las que él, se llama a sí mismo, un perfeccionista.

Otro punto relevante de esta clase, es el comentario que hace Lacan (tomando a Freud) sobre la teoría de Weissmann. Según esta teoría nuestras células contienen un plasma germinal y un plasma somático. “El plasma germinal, sería aquel componente celular, que perpetúa la especie (…) El plasma somático, en cambio, sería algo así como un parásito individual, que habría brotado lateralmente, con el único propósito de vehiculizar el plasma germinal eterno“. Esta teoría ya refutada en tiempos de Lacan, conserva su valor conceptual, en tanto que es solidaria a la teoría de los instintos, y sus finalidades específicas: la preservación del individuo y la continuación de la especie.

Al respecto, Lacan se pregunta si existe realmente, una relación de oposición, una relación conflictiva, entre las pulsiones del yo, y las pulsiones libidinales.

Desde el punto de vista de la especie, estamos muertos, nos dice Lacan. “Un individuo no es nada comparado con la sustancia inmortal oculta en su seno, que es sustancialmente lo que existe como vida“. Se pregunta: “Desde el punto de vista psicológico ¿el individuo es conducido por el instinto sexual a fin de propagar qué? la sustancia inmortal incluida en el plasma germinal; en los órganos genitales, representada a nivel de los vertebrados por los espermatozoides y los óvulos. ¿Es esto todo? Seguro que no, ya que lo que se propaga es, efectivamente, un individuo. Solo que este no se reproduce como individuo sino como tipo. No hace más que reproducir el tipo ya establecido por el linaje de los antepasados. Al respecto, no solo es mortal, sino que ya está muerto, puesto que, estrictamente hablando, no tiene porvenir. El no es tal o cual caballo, sino el soporte, la encarnación de algo que es el caballo. Si el concepto de especie está fundado, si la historia natural existe, es porque no sólo hay caballos, sino el caballo.

Y continúa: ¿Cuál es el resorte concreto que determina la puesta en funcionamiento de la inmensa máquina sexual? No es la realidad del compañero sexual, la particularidad de un individuo, sino algo que tiene una estrecha relación con lo que acabo de llamar el tipo: a saber, una imagen.

Cito a continuación algunos versículos del Genesis, que atendiendo al tema, se explican a sí mismos.

Dijo luego Yaveh Dios: no es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada. Y Yaveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre les diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas no encontró para sí, una ayuda adecuada. Entonces Yaveh Dios, hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne.” (Génesis 2, 18 – 21, Biblia de Jerusalén)

Por último rescato de esta clase un comentario que realizara Manonni, alumno de Lacan, a propósito de la libido: “La carga de los objetos por la libido es, en el fondo una metáfora realista, ya que la libido solo carga la imagen de los objetos. En cambio la carga del yo puede ser un fenómeno intrapsíquico, donde lo catectizado es la realidad ontológica del yo. Si la libido se ha convertido en libido de objeto solo puede cargar algo simétrico a la imagen del yo. Tendremos así dos narcisismos, uno en el que una libido carga intrapsíquicamente el yo ontológico y otro donde una libido objetal carga algo que quizás sea el ideal del yo, en todo caso, una imagen del yo. Tendremos entonces una distinción, bien fundamentada, entre el narcisismo primario, y el narcisismo secundario.

Nada más que acotar.

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Leher a Lacan
enero 28, 2020|Leher a Lacan

Leher a Lacan

Leher a Lacan
Tiempo de lectura: 7 minutos

¿Que no mamá que a las 12 o a las 13, se terminan las horas?

Mi niño, 6 años.

La tópica del imaginario

Empiezo escribiendo incómoda, por incumplir mis propias normas. Es mi superyo adaptado, mi superyo privado… o mi sinthome. En este sitio, después de un Leher a Lacan, se publica un 12 x 12, y después de un 12 x 12, se publica una carta de 1850, eventualmente puede haber otra cosa, algún otro escrito. Lo que no puede haber, o suceder, como está sucediendo en este instante, son dos publicaciones seguidas de la misma categoría. En ningún caso. El orden de las publicaciones puede alterarse, pero no deben ser consecutivas. Rompo el patrón, solo para confirmar la regla. Si quiebro la norma una vez, algo cambia. Si la quiebro muchas veces, el patrón desaparece. Momento de modificar las palabras.

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LEHER A LACAN
junio 28, 2019|Leher a Lacan

LEHER A LACAN

Tiempo de lectura: 3 minutos

La resistencia y las defensas

Bueno… le vengo dando vueltas a este capítulo desde hace un tiempo. Quisiera escribir una novela, pero no tengo imaginación.

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LEHER A LACAN
diciembre 18, 2018|Leher a Lacan

LEHER A LACAN

LEHER A LACAN

Tiempo de lectura: 4 minutos

“Tienen mucha razón en todo: que su propio ingenio es una fiel representación del de las masas, pero cuando la conducta del reo es diferente de carácter de la de ellos, el reo se les escapa. Es lógico. Eso sucede siempre que la astucia del reo es superior a la de ellos, y muy habitualmente, cuando está por abajo. No tienen variación de principio en sus investigaciones, lo más que hacen cuando se ven excitados por algún caso insólito, por alguna extraordinaria recompensa, es extender o exagerar sus viejas rutinas de práctica, sin modificar sus principios”.

La carta robada, Edgar Allan Poe.

 

Primeras intervenciones sobre el problema de la resistencia.

Muy ameno Lacan en este capítulo, nos cuenta a modo de anécdota los dichos de Freud en relación a la hipnosis y sus dificultades de aplicación. Es muy divertido. Uno puede imaginar a Freud sintiéndose muy ridículo por lo inoperante de su método, y la posición en la que lo ubicaba, el no lograr que un paciente entre en estado hipnótico. Un “awkward moment”, como quien dice. Ahí está el doctor, diciéndole al paciente “Que se duerma”, a lo que en ocasiones más frecuentes que eventuales, el paciente respondía “Joder, Doctor, que no me duermo!” Después de varios intentos, complicado remontar cualquier tipo de sesión.

Asi es que Freud, dubitativo aún, pero desafiando lo establecido y evaluando sus posibilidades, establece un punto intermedio entre el método de asociación libre tal como aún la entendemos, y el método hipnótico. Este punto intermedio consistía en poner las manos, sobre la cabeza del paciente, al tiempo que le hacía preguntas. Nos dice: “Ponía la mano sobre la frente del enfermo, o tomaba su cabeza entre mis manos, y le decía: ahora, bajo la presión de mi mano, se le ocurrirá. En el instante en que cese la presión, usted verá ante sí algo, o algo se le pasará por la mente como súbita ocurrencia, y debe capturarlo. Es lo que buscamos. Pues bien; ¿qué ha visto o qué se le ha ocurrido?

No olvidemos, que la clínica médica, aún la de hoy, incluye algún tipo de intervención sobre el cuerpo: una revisión, o revisación. El médico palpa, presiona, observa con lupa, usa el martillito de los reflejos, solicita movimientos, invade con luces en los ojos y palitos en la lengua. Era de esperar, que al empezar, Freud pusiera las manos en la cabeza.

¿A que iba con esto? Ah sí. Qué genial Freud.

Poe creó a Dupin, y Freud, se inventó a sí mismo.

La descripción de estos procedimientos y dificultades, son realmente valiosas. Dan cuenta de un origen: el de un riesgo y de una creencia. Acá, la cosa estaba naciendo, se estaba gestando. Era un hombre, creando.

Tiempo después, Freud dirá: “La vida cambia. El psicoanálisis también cambia. Estamos apenas en el comienzo de una nueva ciencia. Allí donde yo descubrí algunos templos, otros podrán descubrir continentes.

Hace 92 años, los hombres usaban galera, fontanero era una palabra actual, y si un caballo se ponía nervioso te ensuciaba el vestido de fiesta. En fin.

Lacan se detiene en este punto: en la observación del carácter inaugural del método empleado por Freud, como así también en la originalidad de su campo de investigación, es decir, la verdad del sujeto.

Del ojo, hacia adentro, existen infinidad de caminos.

Dice Lacan: “Se trata de la realización de la verdad del sujeto, como dimensión propia que ha de ser aislada en su originalidad en relación a la noción misma de realidad”.

La verdad del sujeto no puede ser más que singular, y como tal, se trataba para Freud de ir tras la extravagancia de cada sujeto: no había fraude en su caso por caso. No se ajustaba a un método; lo instauraba. Lacan hace hincapié en este punto.

Aquí quisiera escribir sobre la verdad, decirla toda ella. Me gustaría haber leído todos los libros, de todas las bibliotecas, para reunir las definiciones de todos los hombres y de todos los tiempos.  Quisiera reunir todos los significados de la palabra, todas sus acepciones, recorrer todos sus caminos y hacerlo en todos sus idiomas. En la ilusión de que existe, es que quisiera saberla.

En la obviedad de lo imposible, es que sostengo la ilusión a la vez que renuncio a ella.

Otro tema en cuestión, es la resistencia, y cómo Freud empieza a trabajar sobre sus ideas. De la misma manera, que inicialmente utiliza sus manos para trabajar con los pacientes, se aproxima al discurso como si se tratara de una realidad en tanto tal, dándole un cuerpo. Dice Lacan “Para saber donde está el soporte material, biológico, Freud considera resueltamente el discurso como una realidad en tanto tal, una realidad que está allí, legajo, conjunto de pruebas como suele decirse, haz de discursos yuxtapuestos, que se descubren unos a otros, se suceden, forman una dimensión, un espesor, un expediente“.

Freud empezaba a trabajar con la palabra, y lo hacía mientras ideaba un método que le permitiera comprender sus vericuetos. La lingüística no estaba disponible, y apelaba a su formación y su propia creatividad para atender a sus pacientes y dar cuenta de lo que concluía. Así, explica el nudo patógeno y la resistencia misma, haciendo alusión a una formación de doble sentido: un sentido longitudinal y un sentido radial. Esto me hace pensar en una aproximación sincrónica, y otra diacrónica, es decir, ya estructuralista.

No hay manera breve de comentar acerca de este desarrollo. Bueno, si… si condensamos las analogías de nuestros padres, llegamos curiosamente, al Super Agente 86. Ja.

Para situarnos, Lacan sugiere también algunas lecturas a las que no puedo acceder, por razones de tipo cambiario que no vienen al caso. Maldita economía.

Al final de este capítulo, está conversando con sus alumnos. No sé. No sé quien está en lo cierto y quien está equivocado, pero el tono no es agradable.

Muy religioso Lacan, acá. No es de extrañar: Estamos en un Seminario. Y es el primero.

 

 

 

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LEHER A LACAN
octubre 19, 2018|Leher a Lacan

LEHER A LACAN

Tiempo de lectura: 4 minutos

SEMINARIO I

Los escritos técnicos de Freud.

 

 

Apertura del seminario.

Empecé a leer; lo hice imaginando que estaba realmente ahí. Quería que se tratara del principio de los principios, para no tener esa sensación de haber llegado tarde a clases, o al cine. Pero no.

Decidí seguir. Me alivió pensar que el Génesis no describe el día 0, aunque ese día, Dios haya creado las palabras.

Para empezar, Lacan se vuelve extranjero. ¿Existe acaso, mejor manera de mirar? Extranjero por partida doble, se ubica al este y remite al budismo. Pensé entonces, que quizás el budismo, sea el reverso de cualquier religión, incluso de aquella que incita a desear, ja.

Intuyo al budismo, pero aún no lo sé. No sé tampoco, si querré saberlo, quizás para saberlo sea menester vivenciarlo, experimentarlo. La vida es corta y yo elegí otro camino.

Si alguien se pone de pie, frente a otros, en un espacio que le ha sido dado, y que ha consentido en tomar, es porque tiene algo que decir. Incluso para aquel que duda mucho o demasiado: hay en el mar de dudas, algo parecido a una certeza, que se cree necesario trasmitir o compartir. Sin embargo, quien reconoce la nimiedad e insignificancia de su propia existencia, no puede más que tomar una postura mesurada ante su deseo de enseñar, puede diferenciar lo certero de lo seguro, y en función de esta premisa, se comporta.

Lacan ha leído a Freud, y cree haber comprendido algunas cosas, ha captado cierto saber y desea trasmitirlo. Reconoce la falibilidad de su maestro, y la suya propia, y quizás sea en función de su propia modestia, incluso de cierto pudor de atrevimiento, que se sirve de la noción de dialéctica para dar inicio a este primer seminario.

Existe un punto de fijeza en la trasmisión de todo conocimiento, es el punto mismo que justifica su enseñanza, pero no por ello debe permanecer incuestionable. Si, por determinado tiempo, se presenta como incuestionable, es porque solo entonces una conversación es posible.  Lo convenido, conviene, y conviene en función de principios económicos elementales; lo convenido, conviene, mucho más por su función de utilidad que por su función de verdad.

¿Cuáles son las condiciones necesarias para una conversación dialéctica? Es posible dialectizar con un texto, en una conversación, en una clase, incluso con la historia. Confío en una condición. Vamos a discutirla.

No solo el obsesivo, tan condescendiente con el Otro, confunde el psicoanálisis con lo esotérico. También yo, me defiendo de lo esotérico. Por algún motivo, me resulta contrario a la seducción.

Habrá sido Freud objeto de toda burla por adentrarse en el mundo de los sueños, o como bien dice Lacan, en el plano del sentido. En todo caso, eso hizo, quizás no impertérrito, pero soberbio y audaz.

Freud, le dio la espalda al gran Otro de su época, y lo hizo magistralmente; entendió que solo ignorando lo que ya sabía sucedería, podría llegar más lejos. Después de todo, son las concesiones que le hacemos al Otro, las que determinan nuestros límites. Las concesiones al otro, y nuestras resistencias.

Freud desestimó los aplausos e hizo de sus resistencias, guías de su investigación. Fue así como permitió el nacimiento del psicoanálisis.

Cuando me propuse avanzar sobre este divertimento, el que supongo me llevará toda la vida, pensé “voy a despellejar a Lacan”. Encontrar la metáfora del buen cocinero, fue algo así como su habilitación, su permiso. Hubiera avanzado de cualquier manera, porque él yace bajo la tierra, pero fue reconfortante saber que no solo está de acuerdo, sino que me impulsa a hacerlo. Si vamos a trozar, desarmar, criticar, juzgar, analizar… En suma, si vamos a dialectizar, es preciso que consintamos en ello.

Una publicación expresa consentimiento. Quizás sea por eso, que me resulta difícil pensar que un libro, sea en realidad, un objeto.

La evolución de las ciencias sociales, tal vez tenga que ver, no solo con el progresivo develamiento de las estructuras que organizan la realidad humana, sino también de un acceso cada vez más amplio y consistente a las diversas y múltiples dimensiones en que ella puede y debe pensarse. Dice Lacan, “se sabe que existe para cada estructura, un modo de conceptualización que le es propio”.

Las leyes de las ciencias puras, organizaron el pensamiento científico y lo hacen aún hoy. Las neurociencias discuten con el psicoanálisis, (y viceversa) sin reconocer que solo navegan en distintas dimensiones y evidencian distintas estructuras. Una dimensión no puede estar equivocada con respecto a otra, solo puede ser otra. Una estructura, no puede estar equivocada, con respecto a otra, solo puede ser otra.

Develar una estructura, requiere de la acción del viento. O de un plumero, no importa. Lo que interesa del agente, es que tenga la capacidad de volver transparente aquello que es accesorio.

Un baúl de juguetes, es un cajón de fragmentos, de pedazos. Para conocer la realidad ¿es preciso desarmarla? Los niños no han encontrado otro modo. Luego, se trata ya de una forma de percibir. En este sentido, la extimidad, como concepto, presenta su alcance y utilidad.

Pueden suceder dos cosas: o uno quiere tener razón, o uno quiere estar equivocado. Lo más habitual, sin embargo, es querer tener razón. Querer tener razón, es la consecuencia de amar alguna teoría, alguna hipótesis. Si se ama una teoría, se la ubica en el lugar de la verdad, y no hay quien no haga consistir aquello que ama. Abrazamos teorías e hipótesis sobre como son o deberían ser las cosas, lo hacemos cotidianamente y nos aferramos a algunas ideas que nos dan respuestas sobre el mundo. Por alguna razón, una vez que las hicimos propias, queremos que allí se esconda la verdad de las cosas, la verdad del todo. Pero bien sabemos, que la verdad no está en ningún lado y está en todos a la vez: la verdad no tiene nombre, ni entiende de palabras.

Freud, iba construyendo su teoría y veía lo que otros no podían ni sospechar. En sus textos se respira su entusiasmo, la emoción del descubrimiento. Cuando leo a Freud, también escucho a Rodrigo de Triana gritando ¡Tierra! Esa emoción, esa euforia. No sé si alguna otra cosa, se asemeja a esa felicidad.

Freud estaba sumergido en la elaboración de sus teorías, motivado, entusiasmado, tomado por su propia américa, debía defenderla de las resistencias que su época le presentaba, y en este férreo compromiso aparecen también sus especulaciones y forzamientos. Sin embargo, sabía cuidarse de sus autoengaños. Más atento que Colón, supo ir más allá de las Indias.

Después de todo, lo único que quizás nos preserve de amar nuestras ideas, sea amar a la verdad. ¿No es la verdad aquello que – si se ama – no deja nunca de desearse?

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